viernes, agosto 21, 2009

Esperando

Nunca me ha fascinado esperar. En realidad, soy un hombre increíblemente impaciente, que con gran facilidad se ve fastidiado ante las más pequeñas esperas. Sin embargo, a través de los años, he ido dejando, poco a poco, lentamente, esa forma infantil de ser, y aceptar que las cosas sucedan un poco después de lo que yo quisiera.

Y a pesar de todo, hay esperas que me siguen pareciendo ridículas, o tontas, o molestas. Increíblemente molestas. Una de ellas es la que me aqueja estos días, ya varias semanas. ¿No resulta acaso irrisorio que no me desespere de llegar a comer comida mexicana, que tardará, por mucha que yo quiera, todavía cuatro meses, mientras que me desespero de que las últimas dos semanas hayan transcurrido con lentitud?

Muchas personas dirían que dos semanas es nada. Y yo mismo lo acepto, lo sé, y lo reconozco. Dos semanas es nada en cualquier caso, por bien o mal que se aproveche el tiempo. Pero contrariamente a lo que sucede con el placer, que hace que el tiempo parezca acortarse, es siempre el dolor el que parece extender su duración.

De acuerdo, dejaré de lado el drama excesivo e innecesario: no es precisamente dolor lo que me ha torturado en estas dos últimas semanas. Frustración, más bien, es lo que me acongoja. ¿Quizás celos? Quizás. Lo cierto es que aunque he encontrado algunas formas leves de disminuir esta frustración, cada día espero que de manera casi mágica desaparezca. Escúchenme bien: no es que quiera que un simple día, al levantar la vista, distraído, note que simplemente ya no hay rastros de impaciencia en mi alma. Más bien, espero una noticia, un aviso, un permiso. Y eso es lo que me mantiene al acecho, más que a la espera.

Mientras tanto, esperando como niño y como tonto, a cada instante, recibir esa noticia, vivo en la frustración, imaginándome cosas, no sólo teniendo visiones molestas en mis sueños, sino también durante la vigilia. Porque vienen visiones que me torturan lentamente, y que claramente, están en contra de mis deseos, ya que no soy en forma alguna alguien que le guste sufrir, y mucho menos, masoquista. Es tan sólo que soy un necio y mi imaginación me juega malas pasadas, de tal forma que en vez de disfrutar un domingo en casa, distraído, leyendo, pensando en nada, comiendo, echado en la cama, tengo que soportar que mi mente me diga que TODAVÏA NO llega la noticia. Y además, tengo que soportar muchas ideas que me vienen al pensar porqué no viene esa noticia.

Creo que esta espera me está destruyendo los nervios. Me da insomnio y a veces siento que la lengua está seca. No es que sea un dolor, como dije, que me devore por dentro. Pero es una espera de esas que, como en mis años de niño, no puedo soportar, unido a mi imaginación que parece hallar placer en torturarme, mostrándome por las noches y en los fines de semana -únicamente en las noches y en los fines de semana- imágenes que detesto ver. No sólo imágenes, en realidad: también colores, sabores, sonidos, gestos, alaridos, tonos, temperaturas, y un montón de tonterías, en un festival de la auto tortura.

Sigo esperando que en cualquier momento llegue esa notificación. Pero quizás no va a llegar tan pronto como yo pensaba (dos o tres semanas), sino que se prolonge, no sé, dos o tres meses. Y eso, por supuesto, me dejaría bastante jodido, no porque no pueda vivir esperando tanto tiempo, sino porque, literalmente, me dejaría fuera de juego. Digamos que si se prolonga dos o tres meses, para mí representa la eternidad.

Así que ahora espero a que la vida me diga si acerté en mis cálculos supuestamente lógicos, o soy un tonto que se ha auto engañado en sus ideas. O quizás sólo un tonto que no le atinó al problema.