martes, junio 25, 2013

Orgullo de martes por la noche

El viernes pasado estaba sumamente orgulloso al haber tenido una revelación en un momento de lucidez nocturna: que se vayan a la chingada de una vez por todas- o cuando menos por un par de pinches horas- todos y cada uno de los complejos, prejuicios y fantasmas que vagan en mi memoria, vengan dictados del exterior o vengan nacidos de mis traumas absurdos no resueltos.

Y así, entonces, plenamente convencido, pude moverme en la noche y en la pista, como otras pocas veces, libre, auténtico, y satisfecho con lo que soy y no soy, y con lo que hago y no hago. Y si alguien, yo u otros, piensan que soy incapaz o que estoy cruzando limites que no me son permitidos -y resguardados únicamente para algunos elegidos por la sociedad en turno-, se los pueden guardar, o se los pueden aplicar a sí mismos, que no me contengo ni me defino por ideas más bien ridículas.

Pero puedo decir hoy mismo, en esta noche, me siento aún más pleno y orgulloso. Y es un orgullo más bien raro, picado, alevoso, que se levanta tras ser herido. Toma una forma de me-vale-madre, de porque-yo-quiero. Y la razón no ha podido ser más sencilla y llana: el vaivén de una bella desconocida, entre el sí y el no, entre el quizas si y el quizas no.

Lo cierto es que ebrio de la vanidad lastimada, me he sentido lleno de energías para salir a bailar, por el mero arte de la danza, de la salsa, del placer de lo que hay esta noche, y con ganas de bailar y hablar, de pronto, con quien me plazca, con quien yo quiera. Hacer lo que yo quiera.

Pero, sobre todo, he sentido finalmente que se cae cierta idea, que no acababa de identificar, que tenía en mi mente, atorada, aumentada al estar en una ciudad nueva y socialmente compleja, según la cuál debía actuar no según lo que quiero, pienso o siento, sino bajo los estándares locales permitidos a los extranjeros - o lo que yo pensaba o interpretaba al respecto. He dejado atrás aquello de me hacen un favor al bailar conmigo, al hablar conmigo, al platicar conmigo. He dejado atrás aquello de ser amable, o intentar ser carismático -qué falso y qué chafa-, o así o asá, para gustar, para hace reír, y para satisfacer gustos ajenos, obsesionado con la opinión de ellas.

Chingue su madre, porque esta noche me me sentido más libre todavía que el viernes pasado: hago lo que quiero, y que chinguen a su madre mis ideas y las de los demás en cuanto a qué debe ser hecho o no, que yo sólo me fijo en lo que yo deseo -y afortunadamente no soy un completo bárbaro para que se me juzgue como un salvaje-, y si alguien baila conmigo, o platica conmigo, o interactua conmigo, es porque yo lo desee, lo quise.

Y que tenga que pasar lo que tenga que pasar. Que vengan los besos románticos, y los robados también. Y las cachetadas ruidosas también, ¿porqué no? -y no dejaré de carcajearme en mi cinismo y diversión cuando sienta la mejilla dolida tras el azote femenino-.

Nota al margen: mi compadre Sujo me ha dicho, a propósito de esta -como la define él- revelación: You talk the talk, but do you walk the walk? Viernes, le he respondido.