domingo, julio 25, 2010

Esperarte sin esperarte

Desde hace ya algunas semanas, en las que me hiciste renunciar a ti, vivo día a día con tu ausencia. Con tu ausencia que me recuerda que no veo tus ojos, ni escucho tu voz, ni toco tu piel, ni siento tu respiración. Con tu ausencia que me recuerda que estás lejos de mí, apartada, temporalmente. Con esa ausencia tuya que acepté solamente porque pensé que podría olvidarte.

Pero los días pasan, y no quiero olvidarte. Me he mentido a mi mismo al prometerme dejar de pensarte. Porque ni siquiera lo he intentado. Me mentía día a día en aquellas tardes al decirme que te estaba superando. En el fondo, me negaba, porque recordaba tus miradas, tu voz, tus palabras, tu dulzura. Porque me decías que no con tu boca, pero tu cuerpo me decía otra cosa. Y un buen día, simplemente, me di cuenta de que esperaba que regresaras geográficamente, y que entonces quizás estuvieras conmigo espiritualmente. Dos meses y medios y nada más.

Y desde el principio me dije que no quería esperarte, aunque te esperara. Quería seguir mi vida, mi rutina, mi trabajo, mis lecturas. Seguir jugando al conquistador, seguir jugando al parrandero. Seguir jugando al cazar mariposas, mariposas ajenas. Seguir sin ti, esperándote sin esperarte, convenciéndome de no pensarte demasiado, de estar preparado por si no volvías. Esperarte sin esperarte, esperando por el día de tu vuelta.

Y qué difícil -imposible- me resulta esperarte sin esperarte. Estar contando los días y las semanas que me faltan para que este tiempo se me acabe, sin tener esperanzas, sin imaginarme tus ojos, tus labios, tus manos. Esperarte sin caer en ansias. Esperarte sin pensar en si hubo algo en medio. Esperarte sin sueños de tenerte, sólo por verte. Esperarte y aceptar que tu podrías conseguirte alguien para amarte. Esperarte e intentar que no me afecte, que siga mi vida, si vuelves ocupada.

Qué ridículo tratar de esperarte sin esperarte - estupidez, contradicción. Si te espero, es porque no me puedo guardar mis ilusiones y cariño, y si no intento no esperarte, es por el miedo de algo. De algo, no sé qué, ni cómo, ni dónde. Pero un algo, un algo, un algo.