domingo, diciembre 30, 2007

Nuestro interés primordial, Señor Humbird, no es que las alumnas de esta escuela
sean ratas de biblioteca. Lo que nos preocupa es la integración de la niña en el
grupo social al que pertenece. La etiqueta de las fiestas significa tanto para
ella como, por ejemplo, los negocios, el éxito en los negocios, significan para
usted.


Vladimir Nabokov, Lolita.

Bueno, aunque nuestras escuelas hoy día, incluso las más fresas de la ciudad -en nuestra siempre mochas ciudad de Puebla-, no se ha llegado hasta este grado de educación, creo que no sería demasiado osado afirmar que hemos llegado al grado en que la autoridad moral -que no es otra, para la gran masa, que los siempre vulgares medios de comunicación, con sus novelas rosas y amarillos noticieros-, es la que juega este papel de educar a la gente en el arte de la integración de los niños, o mejor dicho, en la promoción para que sean estos nimiedades las que rigan la vida suya, y sea a su vez el motor del consumismo a costa de una alta fragmentación social.

Amén.

miércoles, diciembre 26, 2007

A veces quisiera


A veces quisiera fallar a mi palabra. A veces quisiera no cumplir mis promesas. Y otras veces también quisiera -¡cómo lo quisiera!- poder dejar de hacer lo que comúnmente se considera normal, lo más adecuado.

A veces quisiera poder romper esas cadenas, que llevan por nombre sentido común, opinión pública, conciencia social. A veces quisiera, aunque fuera por un sólo instante, muy pequeño, poder hacer lo que realmente quiero, lo que pienso que necesito, lo que con tantas fuerzas añoro, no importando si se me acusa de loco, tonto, o insensato.

Y es que, tantas cosas deseo, y son tantas cosas que están prohibidas de hacer -no estrictamente prohibidas, sino ampliamente criticadas por una, muchas veces, hipócrita moral colectiva-, que a veces siento que me asfixio, que de infelicidad e insatisfacción se llena mi pecho.

Pero, sobre todo, quisiera, sinceramente, poder tomar mi teléfono, y llamar a las personas con las que me he alguna vez disgustado, y poder irlas a visitar, poder sonreírles, y pedirles una disculpa, y quizás dejar que ellos, si así lo sienten, me pidan una a su vez, y poder estar con ellas nuevamente, después de tanto tiempo separadas, en que su ausencia ha colmado de tristeza mi vida.

Si tan solo pudiera levantar el teléfono, y hacer lo que realmente deseo, no solamente dejando de lado el orgullo, sino, también, dejando de pensar en las consecuencias que puede ello llevar, simplemente, porque la esperanza de una reconciliación parece no querer irse de mí.

Si tan sólo pudiera llamarles. Si tan sólo pudiera decirles 'Hola, perdón'.

miércoles, diciembre 12, 2007

Todavía hay cosas que guardo

A veces me pregunto qué demonios pienso al guardar algunas cartas que le he escrito a algunas mujeres en mi vida.

¿Para qué diablos guardarlas, si únicamente me llenan de tristeza? ¿Para qué tenerlas a la mano, si en su momento, todo lo que obtuve de ellas fue, en el mejor de los casos, un grosero desdén, y en el peor, un juego infantil? ¿Para qué tener la posibilidad de guardar, más allá de mi memoria, las palabras que en un momento dado, salieron de mi mano y mi corazón, y que obtuvieron prosaicas respuestas? ¿Para qué guardar recuerdos de hechos que no merecen ni siquiera ser nombrados? ¿Para qué intentar no olvidarme de esos nombres suyos, cuando ellas seguramente han olvidado el mío? ¿Para qué tratar de guardar sus sonrisas en mi mente, cuando lo último que vi de ellas estaba lejos de hacerme feliz?

No sé porqué, pero sé que me niego a destruir esos recuerdos. Después, pasado cierto tiempo, cuando no solamente la decisión de olvidarlas, sino el verdadero olvido se hace presente en mi vida, es cuando finalmente puedo despojarme de esas cartas y de esos recuerdos. A veces, a veces. A veces, si tan sólo no deciden imprudentemente volver a mi vida.