lunes, enero 03, 2011

Mi pantera

Desperté en mi sueño, y tú estabas allí: una pantera. Mi pantera. La mirada que lanzabas con esos dos astros tuyos quemaba como quema el sol del mediodía si se le mira de frente. Tu expresión agresiva, colérica, en pos de un ataque inminente, mantenía a todos alejados de nosotros. Y cuando alzabas tu poderoso rugido, parecía como el estruendo profundo causado por la tierra que se desquebraja a la mitad. Velabas por mí de día y de noche, nunca durmiendo, siempre al acecho.

Si alguien se me acercaba lo suficiente, no recibía advertencia alguna, y simplemente era sacudido como un muñeco de trapo por tus fauces, y como a un muñeco de trapo lo despedazabas, sin remordimiento ni piedad. No importaba si era hombre o mujer, conocido o desconocido. Claro está: poco tiempo después nadie venía a mí, a nuestro lado, porque huían de ti, porque tenían miedo de ser desgarrados por tu cólera y tus celos. Eras el más grande terror para todos, pero permanecías siempre mansa a mi, siempre cariñosa, siempre dulce, siempre y cuando no intentara alejarme de tu lado, abandonarte.

Mas una simple tarde, en la que la soledad, como otras tantas tardes, era nuestra única compañera, te quedaste dormida inesperadamente, sobre mi lecho, inofensiva. Suspirabas, tranquilamente, y por momentos ronroneabas como un pequeño e inofensivo gato. Mas, qué terrible, tuve por un instante un profundo de deseo de deshacerme de ti, de tu sobre protección, de tus celos, de tu agresividad con el mundo, de aquella falta de simpatía que tenías para con todos.

Pero fallé. Preparado ya con el arma blanca para sacarte el corazón, me pareció que tus ojos, detrás de los párpados que les cubrían, me veían con ternura y con tristeza, chantajeándome por el supuesto bien que me procurabas, por la protección, por el cuidado y cariño. Lo intenté tantas veces que perdí la cuenta, y al final, ciertamente, me quedé a tu lado, allí, contigo, en nuestra común soledad, con tu paranoia, con mi cobardía, con esa relación que yo sabía que a ambos algún día nos desgarraría como tus fauces lo hicieran a tantas personas en el pasado.