domingo, diciembre 30, 2007

Nuestro interés primordial, Señor Humbird, no es que las alumnas de esta escuela
sean ratas de biblioteca. Lo que nos preocupa es la integración de la niña en el
grupo social al que pertenece. La etiqueta de las fiestas significa tanto para
ella como, por ejemplo, los negocios, el éxito en los negocios, significan para
usted.


Vladimir Nabokov, Lolita.

Bueno, aunque nuestras escuelas hoy día, incluso las más fresas de la ciudad -en nuestra siempre mochas ciudad de Puebla-, no se ha llegado hasta este grado de educación, creo que no sería demasiado osado afirmar que hemos llegado al grado en que la autoridad moral -que no es otra, para la gran masa, que los siempre vulgares medios de comunicación, con sus novelas rosas y amarillos noticieros-, es la que juega este papel de educar a la gente en el arte de la integración de los niños, o mejor dicho, en la promoción para que sean estos nimiedades las que rigan la vida suya, y sea a su vez el motor del consumismo a costa de una alta fragmentación social.

Amén.

miércoles, diciembre 26, 2007

A veces quisiera


A veces quisiera fallar a mi palabra. A veces quisiera no cumplir mis promesas. Y otras veces también quisiera -¡cómo lo quisiera!- poder dejar de hacer lo que comúnmente se considera normal, lo más adecuado.

A veces quisiera poder romper esas cadenas, que llevan por nombre sentido común, opinión pública, conciencia social. A veces quisiera, aunque fuera por un sólo instante, muy pequeño, poder hacer lo que realmente quiero, lo que pienso que necesito, lo que con tantas fuerzas añoro, no importando si se me acusa de loco, tonto, o insensato.

Y es que, tantas cosas deseo, y son tantas cosas que están prohibidas de hacer -no estrictamente prohibidas, sino ampliamente criticadas por una, muchas veces, hipócrita moral colectiva-, que a veces siento que me asfixio, que de infelicidad e insatisfacción se llena mi pecho.

Pero, sobre todo, quisiera, sinceramente, poder tomar mi teléfono, y llamar a las personas con las que me he alguna vez disgustado, y poder irlas a visitar, poder sonreírles, y pedirles una disculpa, y quizás dejar que ellos, si así lo sienten, me pidan una a su vez, y poder estar con ellas nuevamente, después de tanto tiempo separadas, en que su ausencia ha colmado de tristeza mi vida.

Si tan solo pudiera levantar el teléfono, y hacer lo que realmente deseo, no solamente dejando de lado el orgullo, sino, también, dejando de pensar en las consecuencias que puede ello llevar, simplemente, porque la esperanza de una reconciliación parece no querer irse de mí.

Si tan sólo pudiera llamarles. Si tan sólo pudiera decirles 'Hola, perdón'.

miércoles, diciembre 12, 2007

Todavía hay cosas que guardo

A veces me pregunto qué demonios pienso al guardar algunas cartas que le he escrito a algunas mujeres en mi vida.

¿Para qué diablos guardarlas, si únicamente me llenan de tristeza? ¿Para qué tenerlas a la mano, si en su momento, todo lo que obtuve de ellas fue, en el mejor de los casos, un grosero desdén, y en el peor, un juego infantil? ¿Para qué tener la posibilidad de guardar, más allá de mi memoria, las palabras que en un momento dado, salieron de mi mano y mi corazón, y que obtuvieron prosaicas respuestas? ¿Para qué guardar recuerdos de hechos que no merecen ni siquiera ser nombrados? ¿Para qué intentar no olvidarme de esos nombres suyos, cuando ellas seguramente han olvidado el mío? ¿Para qué tratar de guardar sus sonrisas en mi mente, cuando lo último que vi de ellas estaba lejos de hacerme feliz?

No sé porqué, pero sé que me niego a destruir esos recuerdos. Después, pasado cierto tiempo, cuando no solamente la decisión de olvidarlas, sino el verdadero olvido se hace presente en mi vida, es cuando finalmente puedo despojarme de esas cartas y de esos recuerdos. A veces, a veces. A veces, si tan sólo no deciden imprudentemente volver a mi vida.

jueves, noviembre 01, 2007

Recuerdo que regresa y se va

Me asomo en mi ventana, y veo la noche tranquila, y los árboles duermen, y el viento duerme, y la soledad y el silencio predominan. Fijo mis vista en cualquier cosa: en la luna, en un farol, en la calle vacía, en una ventana con la luz apagada. Trato de que mi mente descanse un poco del trabajo, de que se recupere del agotamiento que brinda el pensar.

Y su recuerdo viene a mi mente.

Yo sé que me prometí no recordar, no reflexionar, ni siquiera que su imagen estuviera por un segundo en mi mente. Yo, más bien, deseaba con gran ímpetu poder deshacerme durante un par de días de ese recuerdo, para que, al final de esos días pocos, pudiera tomar una buena decisión.

Pero parece que mi ser no quiere que el recuerdo se vaya. He tratado durante el día de poner mi mente en otras tantas cosas, y sin embargo, aquel pensamiento regresa a mi, de cuando en cuando, por instantes, como brillos poderosos pero efímeros en mi cerebro. De pronto me encuentro, sin darme cuenta, entre ideas que claramente quieren llevarme de la mano a pensar en aquello.

Y yo sé que no tiene el menor caso pensar en esa idea, cuando quien origina la idea no está a mi lado. No por ahora. Y es por ello que me trato de convencer con todas mi fuerzas de que tratar de preveer lo que pueda pasar no tiene el menor sentido.

Y sigo tratando, y sigo tratando, y sigo tratando.

sábado, octubre 27, 2007

El reloj

Le veo mover las manecillas muy lentamente. Y él parece burlarse de mí. Lentamente, lentamente, se mueve. Y no me importa que se mofe de mí, porque disminuye mi ansiedad el que se mueva lentamente. Cada segundo parece escaparse en una eternidad, y vea las cosas en lento movimiento. Aquí y allá, todo parece perderse en el tiempo.

Y muevo mis ojos por la habitación, tratando de perderme en un millón de cosas. Siempre en un millón de cosas. Trato de que mi mente me mantenga alejado de un pensamiento que me resulta funesto, mientras el tiempo parece avanzar demasiado lento.

Quiero que avance lentamente, porque quisiera tener más tiempo en mí una leve esperanza. Porque, en cuanto acabe el día, y con el día, pronto, una semana, la esperanza será cada día más pequeña.

Y sin embargo, sé que el que haya o no esperanza, el que sea fundada o no, está decido ya, desde hace mucho. Pero como yo no lo sé, me gusta imaginarme que todavía no está decidida, que quizás me resulta favorecedora la vida.

Me guardo mi tristeza

Me guardo mi tristeza para mí. Me la guardo, como me guardo mi ropa en mi clóset, y como guardo mis vergüenzas en mi mente. La guardaré como se guarda un terrible secreto en el olvido, como se guarda un tesoro terrible en un lugar desconocido. La guardaré como se esconde un defecto, como se esconde un perjurio. Dejarle, simplemente en el olvido.

No exponerla a la luz pública, ni siquiera a los ojos de mis amigos. La guardaré para que no la vean, para que no la toquen, para que no se espanten con ella. La guardaré, no para mí, no porque sea egoísta y me la quiera guardar toda para mí - pues, a final de cuentas, no soy un mártir como para guardarme un dolor para mí solo, y sentirme a través de ello llevado a la perfección.

Sólo sé que la guardaré con recelo, lejos incluso, de mis amigos.

La guardaré, la esconderé, hasta el día en que deje de existir, hasta el día en que muera, hasta el día hasta que se extinga. La esconderé hoy, aunque arda como un fuego fatuo, aunque grite, gima, y lance terribles alaridos. Me la guardaré en el pecho aunque me destroce el alma, y la mantendré quieta con los lazos de mi voluntad.

Porque allí es en donde debe ser guardada, en donde nadie pueda verla, en donde nadie pueda reírse de ella.

La guardaré, y si alguien pasa por enfrente de mí, y ve en mi rostro restos de esa terrible tristeza, lo negaré todo. "Nada ha pasado", diré. Y que nada ha pasado pensaré. Me engañaré, hasta el día en que muera mi tristeza. No quiero lástimas, ni conmiseraciones hipócritas, ni palabras de apoyo de personas a las que francamente no les interesa conocerla - suficiente tienen con sus propias cuitas.

viernes, octubre 26, 2007

Aprender a jugar el juego

A mí me han dicho que debo de aprender a jugar el juego. El juego, simplemente el juego.Y todos parecen hacerlo así, los inmaduros adolescentes, y también los supuestamente maduros adultos de treinta años.

Aprender a jugar el juego. Aprender a sacar provecho del juego.

Yo no quiero aprender a jugar un juego, porque por principio de cuentas, no debería haber un maldito juego; la vida no debería estar formada por máscaras, por papeles que interpretar, por posiciones aquí y allá, como un enorme tablero de ajedrez.

Pero todo mundo juega ese juego, y le ven tan normal, quizás porque ya han encontrado la forma en sacar provecho de él. Y quizás por eso le destesto yo: porque no sé jugarlo, y porque me niego a hacerlo.

¿Qué juego juegas ahora? Esa es la pregunta que me hago a todas horas. ¿A qué estoy jugando, Carlos? ¿A qué juego tratan de jugar conmigo? Y la verdad es que yo no quiero jugar un juego. Pero, por ahora, es demasiado tarde no querer jugar, porque soy ya parte de un juego. Aunque, si ya estoy irremediablemente perdido en el juego, mínimo me gustaría saber a qué estamos jugando.

¿A qué estamos jugando? ¿A qué juegan conmigo?

Y esa es la pregunta que me hago también a toda hora. ¿A qué juegan conmigo? No puedo evitar estar en el juego, pero mínimo quisiera saber a qué juegan conmigo. Y entonces, quizás, poder divertirme en ese absurdo juego.

miércoles, septiembre 19, 2007

Revoltijo de ideas

Y así es que piden que dejes de decirle negro al negro, y blanco el blanco. ¿Y porqué? porque, bueno, decir que el negro es negro, y que el blanco es blanco, sobre todo de manera pública, ha dejado de ser elegante. Incluso sería correcto afirmar que es insensato.

Y entonces tienes que dejar de quejarte, y también de buscar las soluciones. Las soluciones que tú buscas no están al alcance de tu mano. Primero, bueno, necesitas robar la experiencia. ¿Pero cómo? Ve tras tesoros baratos, falsos. Si fuera posible, debieras enterrar la cáscara de un plátano junto a algún arbol, y después desenterrarla. Todo un tesoro. La idea no está en buscar tesoros, sino en encontrarlos. Pero recuerda que, al mismo tiempo, los tesoros los son todo. Si no los tienes, entonces serás un maldito fenómeno.

Y después, una terrible perorata que no querías escuchar. No así. Quizás con mermelada de fresa, pero no con aderezo de cualquier maldito verde vegetal. Porque te supo salada, demasiado salada. Y tú la querías dulce. Pero da igual, el resultado es el mismo: indigestión. Y lo más irónico es que te la recetó tu doctor: "hoy le toca a usted enfermarse, maldito ambicioso". Ambición, ¿de qué?

Y finalmente, al final del final del día, por la noche, carcajadas llegan a molestar tu calma. Carcajadas destempladas, terribles, patéticas, que la hacen de maścara ante una tristeza terrible, por una partida inevitable. Pero no es tu tristeza terrible, sino la de alguien más: la del vecino. El vecino gimotea, carcajea, y también taladra con su odioso tono tus oídos. Insensibilidad. Eres un insensible. Porque no compartes su dolor. Lo siento, no estoy para papeles como ese, el del insensible que trata de ser sensible con su amigo que siempre es insensible, y que ahora está sensible porque una insensible mujer le desgarró el corazón, porque no había olvidado a un insensible que hizo lo propio con ella. Mujeres. Y hombres.

lunes, septiembre 17, 2007

Soñé que encontraba un libro

Soñé que encontraba un libro, el cual contenía miles y miles de enseñanzas para el espíritu, explicaciones a interrogantes existencialistas, y muchas cosas más. Soñé que lo leía con gran avidez, que conforme iba leyendo cada página, se iba mi espíritu regocijando, confortando, que las dudas huían de mi, huyendo despavoridas.

Soñé que mis problemas dejaban de serlo, no porque tuviera el libro en sus páginas las soluciones a ellos, sino porque, de alguna forma, me daba el valor para afrontarlos. Soñé que ese libro me hacía entender el amor, la ternura, la confianza, la vida, la muerte, los amigos, y la vida misma, no como un concepto, no como un sumario con respuestas, sino como una guía para que yo mismo, por mi cuenta, encontrara mi verdad. Un libro que me ayudara a conformar mi persona a un grado que nunca hube de imaginar.

Y entonces, a través de ello, descubría que era finalmente feliz, sin necesidad de preocuparme por frivolidades, ni miedos tontos, ni prejuicios.

Y soñé, finalmente, que era capaz de regalarle a mis amigos una copia de ese libro, y que ellos, a su vez, encontrarían su propia verdad al leerlo. Que seríamos todos distintos, pero a la vez, iguales. Que la vida sería más justa, menos gris.

Si tan sólo ese libro encontrase, si tan sólo pudiera hacer que la gente lo leyera...

domingo, septiembre 16, 2007

El patrón de las ovejas

A veces no puedo dejar de pensar mucho sobre aquella clase de comportamiento en la que se sigue lo impuesto por alguien más, como una regl a seguir por una parte completa de la sociedad: música, cine, gustos, costumbres, y demás aspectos de la vida.

Y no sé, la verdad es que le hallo muy insano para la mente: seguir las nuevas tendencias. Y digo que es malo, cuando se hace como una costumbre, de manera compulsiva, como lo natural. Seguir por seguir, por estar en esa parte de la vanguardia, por no dejar de estar en ese estado, más que por convicción. Y me enferma mucho.

Pero me enferma mucho más que entre personas supuestamente pensantes no deje de hacerse eso. En una sociedad como la nuestra, es el reggaeton la música predilecta, las camisas con caquis la ropa de los caballeros, y los coches deportivos lo más in (no mencionaré lo respectivo para las damiselas, ya que desconozco por completo esos rasgoz in).

La cuestión que me concierne es el hecho de que, a mi parecer, hay regiones se la sociedad en las que este comportamiento de replicación de comportamiento seda en otras formas, no estando con las tendencias de la mayoría, sino con las tendencias de un grupo. En otras palabras, solamente se cambia de tendencias, pero es lo mismo.

Y digo que me concierne al hablar de muchos intelectuales de pacotilla, o de pose, que queriendo pertenecer a un grupo supuestamente privilegiado, están a merced de otros gustos musicales: grupos de música independientes, cine independiente -y si no se entiende la trama, mejor-, lugares estrictamente bohemios, y aberraciones así. Es otra forma de esclavitud. Y si uno se sale de eso, entonces es un -supuestamente- incongruente. ¿Incongruente con quién?

Según yo lo veo -y me vale madres que me contradigan, jaja- la cosa está en mantener una apertura hacia diversas fuentes, hacia diversas corrientes. La clave debería estar en disfrutar las cosas de uno y otro lado -en la medida de los gustos personales, claro está-.

viernes, septiembre 14, 2007

Recuerdos

Cuando me siento, por la noche, a descansar, escuchando el canto del silencio, rodeado de sueños, de murmullos, de nada, me pongo a pensar profundamente en los recuerdos que más cerca guardo de mí. Evoco historias, fiestas, días, horas, risas, carcajadas, y también alguna que otra tristeza.

Son para uno de mis más grandes tesoros. como la muestra de que he vivido, quizás demasiado mal para la forma en la que la sociedad actual dicta la vida, pero he vivido, y eso es todo. Me daría mucha ansiedad el no haber vivido, el no haber hecho algo, haber arriesgado aunque sea un poco.

Dice Eric Fromm que de lo único que tienen certeza las personas es del pasado. Y es verdad. Es como una pequeña máquina del tiempo, ciertamente imperfecta, en donde la visión mezcla los hechos reales con las impresiones nuestras, en donde a veces cambiamos el color de fondo, la intensidad de la alegría, las emociones que por entonces experimentamos.


Ciertamente imperfecta máquina del tiempo, que, sin embargo, me hace sentirme vivo. Y es entonces que evoco por largas horas aquellas historias que marcaron mi vida -¿acaso no es cada instante una parte fundamental de nuestra existencia?-.

Y es entonces que recuerdo los días más felices de mi infancia, y algunos otros de mi adolescencia. Recuerdo aquellos sábados dichosos en que caminaba a mediodía, viendo a la gente aquí y allá, a veces riéndome, a veces tan solo observando tanto como pudiera, siempre sonriendo. Y recuerdo tardes en otras ciudades, con el sol poniéndose, dorando las verdes estatuas, entre mucha gente, tomando café, pensando, platicando, discutiendo lo indiscutible.

Y es entonces que recuerdo aquella vez que caminaba por una calle, desierta, domingo por la tarde, con el cielo nublado, lleno de melancolía, lleno de soledad. Y entonces también recuerdo aquella noche en que pasé gran tristeza, con un anhelo imposible de arrancar en muchos días, ansiando algo que no estaba a mi alcance.

Y yo no sé si estoy loco, porque aprecio mis recuerdos todos, tanto los felices como los tristes. Aun no me alcanzó a explicar la razón del porqué los guardo, del porqué no los he olvidado. En todo caso, sucede que muchas veces les olvido, cuando son recientes, y alguna vez, recapitulando, les recojo del suelo de mi memoria, y los desenpolvo, y los coloco en uno de los muchos estantes de mis recuerdos. Mis recuerdos y nadamás.

miércoles, julio 25, 2007

Aguafiestas

- Pues claro que se casará conmigo. Por la iglesia. Y con toda su familia presente. Por eso esperamos a llegar a Río para la boda.
- ¿Sabe él que ya estás casada?
- ¿Se puede saber qué te pasa? ¿Quieres echarme el día a perder? Es un día precioso, no lo estropees.

Desayuno en Tifannys's, Truman Capote

jueves, julio 05, 2007

Melancolía nocturna

En este preciso instante, en que me asomo a la ventana del lugar donde trabajo, no puedo dejar de admirarme del silencio que domina todo el firmamento junto a la oscuridad de la noche. En este clima de soledad es que se llena mi pecho de melancolía, de recuerdos, de añoranzas, de sueños e ilusiones.

No puedo dejar de evocar dulces imágenes que hicieron vibrar a mi corazón de alegría, imágenes que en otro tiempo me eran tan preciadas, que tanto cuidaba, a las que recurría en mis momentos de aflicción. Ahora esas imágenes se han vuelto en mi contra, ya que ahora ya no me resultan dulces, sino amargas. Ha sido la vida la que las ha tornado de esa forma. Antes eran fuente de mi alegría, y hoy de toda mi tristeza.

A veces quisiera, francamente, poderme olvidar de ellas. No haberlas tenido jamás en mi mente, jamás tan cerca de mí. No haberlas vivido, no haberlas recordado de manera tan intensa. Haberlas vivido, sí, pero quizás de una manera en que pudiera olvidarlas como cualquier otro evento sin importancia.

Imágenes que me hicieron derramar lágrimas de alegría, lágrimas que me arrancan el llanto de la melancolía y la nostalgia. Terribles son ahora, sombras de un pasado que no pudo llegar a ser, sombras de un futuro que fue mutilado. Recuerdos de mis ilusiones, recuerdos de mi desdicha.

Y es así como debe de ser, porque son precisamente las cosas que más nos agradan, las que más oportunidad tienen, bajo ciertas circunstancias, de herirnos. Y eso es porque les hemos permitido entrar hasta lo más profundo de nuestras corazones.

sábado, junio 30, 2007

Que te te ruegue quien no se quiera

No sé cómo comenzar esta entrada. Y sé que está muy mal.

Es decir, tengo muy clara la idea en mi mente, pero no sé cómo comenzar a desarrollarla. Así que aquí voy.

Hay una muy popular canción que, en una de sus estrofas reza algo como: "Que te ruegue quien te quiera".


Pero a mí, de pronto, se me hubo de ocurrir una leve variación, quizás más acertada (según yo, desde luego). Porque me decía a mi mismo hasta hace poco: si ruegas, es sí, quizás por que quieres. Mas hay desde luego veces en las que el ruego se da en tan malas condiciones, en tan deplorable situación para uno, que no queda más que decir: que te ruegue quien no se quiera.

En otras palabras, hay que tener dignidad aunque sea de vez en cuando, creo. Y digo que 'creo', porque muchas veces es mucho más fácil dar consejo que seguirlo. Y así somos las personas, para mal, 'creo'.

jueves, junio 28, 2007

Por momentos

Por momentos me hallo pensando sobre qué hacen muchos de mis amigos, tras habernos separado o el tiempo o el espacio. Y me trato de imaginar qué hacen en estos momentos precisos: si leen, si platican, si comen, si sueñan.

A veces dicen que la distancia es el olvido. Y a veces, también, dicen que lo es el tiempo mismo. Que el tiempo cura las heridas. Que la distancia es el apoyo para superar una tristeza. Y quizás sea muchas veces así.

Pero son la distancia y el tiempo actores distintos bajo una amistad. En una amistad, no vienen a hacernos olvidar del amigo, ni que le dejemos de estimar. No es la distancia la que impide que pensemos en él de cuando en cuando, por muy lejos que estemos el uno del otro, ni hace que vivamos como si nunca le hubieramos conocido. Son, en contraparte con una relación pasional, factores que no nos llevan al olvido.

Porque no importa que hayan años luz entre mis amigos y yo, o que nos separen eones tras la última vez de habernos visto, pues si nuestra amistad fue sembrada de manera apropiada, no en terreno fértil, habrá algún día de dar frutos.

No es el olvido lo que se añora con el tiempo, ni con la distancia. Pero, tantas veces, ¡ah! es un bálsamo para quienes no tenemos otra alternativa que esperar que una pasión se vea convertido, por ayuda de ellos, en una amistad, en vez de quedar sumida en un terrible olvido eterno.

Existe un recuerdo

Existe un recuerdo que no me deja en paz, que no se me quita de encima, que me distrae a cada instante. Me lo imagino por momentos como un niño insistente, que me jalonea a cada instante, para pedirme mi atención, para que escuche sus necesidades, para que no me olvide que él está conmigo. Se me figura también, por momentos, como un mosquito que con el ruido de su vuelo no me deja concentrarme en nadamás, que me aturde con sus giros alrededor mío, buscando el momento en el que me halle desprevenido para atacarme. Es así como podría describir este recuerdo.

Es un recuerdo necio, terco, bastante obstinado. Se niega a escuchar mis súplicas, cuando le ruego se vaya, me abandone, se vaya a otras tierras. "Vete, finalmente, con quien deberías estar, a quien perteneces", le digo por momentos. Parece no escucharme, siempre atengo a los momentos en los que mi mente no se halla ocupada. Allí está, siempre esperando, siempre al acecho, observándome en cada minuto del día, tratando de susurrarme sus palabras por la noche. No quiere que me olvide de alguien, pero es egoísta, pues no sabe que el no poder arrancarme una imagen, yo sufriré mucho.

No le importa que yo trate de defenderme, de justificar mi petición. Dice que no quiere dejarme, porque el día de mañana le necesitaré, que me hará un gran favor. Y le insisto, porqué sé que un recuerdo que vive demasidadas semanas, en la forma en la que él lo hace, no es sano.

Cuando me doy cuenta, estoy sangrando porque intentó lastimarme el brazo; cuando me doy cuenta, siento un leve dolor en mi pecho, porque me propinó un golpe mientras yo trabajaba.

Por momentos, por instantes, tan sólo quisiera levantar el maldito auricular, llamar a alguien, y tras saludarla, preguntando por su bienestar, decirle: "Ya ha llegado la maldita hora en que te lleves tu recuerdo contigo, que aquí únicamente me hace los días terribles. Llévatelo de una vez y para siempre, no me lo dejes más tiempo, que nada mantendré de ti cuando hubiste de huir alguna vez".

martes, junio 26, 2007

Quisiera escribir una carta

Quisiera escribir una carta, una que llevara el principio aquello muy usado de "Mi querida ...". Y que, después, comenzara yo por decirle varias cosas que se hallaban bajo llave en mi corazón.

Expresar mis sentimientos, no solamente los benévolos, no solamente el cariño, el afecto y la admiración. También mencionar que existen en mi rencores por sus faltas cometidas, y que no le he perdonado un par de faltas insignificantes. Decirle que odio su falta de una cosa, y su exceso en otra más.

Ser franco conmigo y con ella, no dejar de mencionar mis errores y faltas, ni tampoco dejar de agradecerle sus atenciones. Decir en qué momentos me arrepentí por mi forma de obrar, y en qué otras me arrancó lágrimas con su actuar.

Y también decirle que las cosas ya han cambiado, y que nunca podrán ser como lo fueron alguna vez, en tun tiempo mejor. Que las cosas han cambiado, quizás para mal, quizás para peor, porque ambos hemos cometido un tropel de errores, un tropel de niñerías, y sobre todo, porque en nuestra mutua incomprensión dejamos de preocuparnos por el otro. Que a cada momento caíamos en berrinches infantiles, que eramos necios y no queríamos escuchar al otro.

Decirle que, aunque las cosas ya no serán jamás como lo fueron, quizás traiga el mañana una nueva esperanza, traiga mayo una nueva relación entre nosotros, aunque no sea como la que tanto disfrutamos los dos.

Decirle, a quien sea, a todos, a ninguno,la verdad y nada más que la verdad, que se hallaba anidada en lo más profundo de nuestros sentimientos; aceptar que la vida cambia, que el tiempo no pasa en vano, y que al cambiar nosotrosen ese tiempo, hacemos también que la vida deje de ser a cada instante como lo era en el pasado. Que el pasado a veces no es más que pasado, y que el futuro no es más que un futuro que tardará en llegar. Que el presente ya no es como el pasado, que el futuro no le traerá de vuelta, por mucho que lo añoremos, por mucho que lo queramos. No importa que pasen dos años en que estemos en vela, esperando su regreso.

A veces hay que aceptar que el pasado se nos fue, que la vida cambió para siempre, que las cosas dejaron de ser como queríamos. Y que es hora de pensar en que adaptarnos es la única forma de salir adelante.

sábado, junio 23, 2007

Sofocándome

Por instantes, durante el día, durante la noche, en cualquier momento, de pronto, sin esperarlos y sin esperármelo, siento que me laceran terriblemente ideas horribles y escandalosas.

El aire parece querer huir de mi, y siento que mi espíritu, al igual que mi cuerpo, se sofoca, se asfixia. Qué cosa más terrible es que el dolor no solamente envuelva mi cuerpo, sino también mi mente. Sentir en el alma terribles latigazos, profundas punzadas, golpes invisibles que llevan mi ser a horizontes más allá de la tristeza, del dolor, de la aflicción.

¿Dónde estás, pensamiento mío, pensamiento ajeno, que no puedo recordarte? ¿En qué mares, en qué montañas has ido a parar, que tu imagen no se presenta ante mí más? ¿En dónde estás, serenidad mía, ahora, hace tanto tiempo que te dejé escapar, al dejar entrar en mi morada la insulsa ilusión?

viernes, junio 22, 2007

Y yo que pensaba estar perdiendo

La noche ha caído ya sobre la tierra, y se esfuerza en cerrar mis párpados. El sueño ya ha caído sobre mí. El sueño de un viernes por la noche, en el que pensaba, hasta hace un par de instantes, en que, por momentos, sentía que estaba perdiendo algo de mi, algo que no era de mi. Algo mío, y algo que no es mío.

Porque, hoy, de pronto, pensé que estaba perdiendo algo importante de mí. Pensaba que debido a las terribles circunstancias, al azar, a la falta de determinación, quizás simplemente a factores que no puedo controlar, había algo que yo había añorado con todo mi ser, y que ahora, de pronto, intemestivamente, había empezado a perder. Poco a poco, desvaneciéndose eso que tanto deseaba, eso en lo que tanto empeño puse, simplemente, porque no puedo nada en contra de la vida, cuando la vida se llama tiempo y espacio.

Mas, ¡ah!, terrible despertar fue el darme cuenta que realmente, yo no estaba perdiendo algo, no. No era que ya lo hubiera perdido -lo cuál me habría destrozado el corazón terriblemente-, y que las esperanzas no estuvieran ya justificadas. Ilusiones insanas, ilusiones pérfidas, ilusiones vanas. Una idea perdida, un ideal olvidado. Un sueño que al que le ha llegado el alba, un alma a la que llegó la derrota irremediablemente. En un mar de lágrimas haría caído mi persona al notar que ya era demasiado tarde, que ya había perdido eso en lo que tanto soñaba, en lo que colocaba mis esperanzas todas. Para siempre y por siempre.

Y en un instante de lucidez leve, pude darme cuenta de que la verdad era mucho peor y quizás no tanto. Porque, para bien o para mal, desafortunada o afortunadamente, eso que yo tanto añoré, nunca pude hacerlo mío. Nunca pude que pasara a ser parte de mi persona -aunque casi lo fue-, y nunca pude hacer que nuestras miradas fueran una sola -aunque muchas veces veíamos juntos-. No se perdió un ideal, un sueño, una esperanza, una idea, un poema, un canto. Y no se perdió nada, porque, lamentablemente, aunque intenté con todo el ardor de mi pecho que fuera parte de mi, nunca pude lograrlo.

Ve y vuela ave de paso, ve y vuela ideal mío, y piérdete en el cielo de las tristezas, acaso en el de las alegrías, que ya no estarás más conmigo, perenne esperanza de mis días y noches, que has huído de tí y al hacerlo también has huido de mi; ve y surca esos grandes cielos, esos grandes mares, piérdete en el olvido de mi alma, piérdete en el olvido de mi mente. Llévate contigo tus recuerdos todos, y las alegrías que me prodigaste también tómalas contigo, que en ellas yace inevitablemente una terrible aflicción.

Vuela, vuela, vuela. No sé si más alto, o si más bajo. No sé si hacia el cielo o hacia el infierno. Quizás nunca lo sepa. Pero vuela, vuela de mi vida, antes de que me arranques la piel, ideal perdido mío.

jueves, junio 21, 2007

Me ha herido recatándose en las sombras

Me ha herido recatándose en las sombras,
sellando con un beso su traición.
Los brazos me echó al cuello y por la espalda
partióme a sangre fría el corazón.
Y ella prosigue alegre su camino,
feliz, risueña, impávida. ¿Y por qué?
Porque no brota sangre de la herida,
porque el muerto está en pie.

Gustado Adolfo Bécquer

jueves, mayo 10, 2007

Una idea en la cabeza

Me rondaba una idea en la cabeza de la que no quería hablar sino después de llevarla a cabo; ahora que no sucederá puedo hablar de ella.
Goethe, Werther.

lunes, mayo 07, 2007

Goethe?

Goethe es un famoso escritor alemán, conocido principalmente por su obra emblemática, "Fausto".

Pero antes de hizo de renombre en su época con su novela "Las cuitas del joven Werther", que viene a ser un bálsamo para los jóvenes sentimentalmente tristes por un amor no correspondido.

Supe por vez primera del libro mientras leía "La inmortalidad", de Milan Kundera.

Ahora, lo más interesante de todo, es que un conocido mío dijo que "¿Esta historia no es acaso una que podría bien tener sitio en Puebla? ¿Historia carlística? Juzgad.

"El joven Werther relata, por una serie de cartas, al amor que siente por Charlotte, una joven que está comprometida con un oficial cuando Werther la conoce. Confundido por la amistad que le demuestra ella, pero sobre todo por su imaginación -avivada por sus lecturas-, Werther pierde poco a poco el contacto con la realidad".


Místico.

domingo, mayo 06, 2007

Me acostumbré

"Me acostumbré tanto a anhelar algo, que ahora no puedo anhelar otra cosa."

Carlos Alberto Cortez

* La frase que ingenuamente considero como buena cuando simplemente es rara.

sábado, mayo 05, 2007

Las cosas de las que me arrepiento

Pensaba escribir una serie de cosas de las que me arrepiento: amores, desamores, proyectos sin éxito, peleas, errores estratégicos, amores meramente mentales, entre otras cosas.

Ahora bien, seré franco, y diré que aquella frase que reza algo como "de lo único que me arrepiento, es de las cosas que no intenté", es ya bastante vieja y conocida como para que la mencione y eche a andar un poco las ideas sobre ellas.

Más bien, me parece que una frase más deliciosa, más suculenta para la mente, sería una como:

De lo único que me arrepiento, es de mis aciertos.

Por cierto que la frase original es más larga, con un par de ideas más, pero la verdad es que únicamente se habría hallado sobre cargada.

Y así como es un recurso en el género de terror -novelas, cuentos, películas- el que el mal permanezca escondido, para que se reproduzca morbosamente en la mente de los espectadores, así quiero yo que esta frase sea: que cada quién le interprete a su forma, por simple que pueda ser.

¿No alguien había dicho que las cosas simples de la vida son las únicas necesarias?

jueves, mayo 03, 2007

Cuándo aceptar, y cuándo no (2)

Acerca de lo general.

Mi primera aproximación a ésta idea es en cuanto a lo general: a la sociedad, a las costumbres, a la moral, a la ciudad en la que vivimos, y las personas que en ella viven.

¿Qué cosas cambiar de esta sociedad, de esta ciudad, de este país, y qué cosas no? He allí la cuestión más importante de este rubro.

En el pasado, en mi país -México de mis amores y mis tristezas-, mucha gente se ha acostumbrado tanto, por ejemplo, a la cultura de la tranza de la era del PRI (para el que no lo sepa, es un grupo político que durante varias décadas mantuvo el monopolio del poder, mantieniendo en una deplorable situación al país). Y estan tan acostumbrados, que le ven natural, e incluso, ellos mismos se justifican al hacerlo, declarando que "no hay otra forma en que se hacen las cosas". Una conocida mía, que por cierto estudió algo relacionado a las ciencias políticas, de una gran tradición del PRI en su familia, mencionaba que para ella era de lo más natural "que las élites vivan bien, a costa del pueblo", ya que esa es la forma en que el mundo se mueve, y hay que aceptarlo. Así como ese, muchas personas se han acostumbrado mucho a diversas costumbres que afectan a la sociedad en su conjunto, mas, viéndolas tan arraigadas, no pueden pensar siquiera en la posibilidad de un cambio -que, desde luego, sería muy complicado y tardado, mas nunca imposible-.

Hay, por otra parte, personas que pensamos que las cosas pueden cambiar, o más bien, que deben cambiar. No importa que sean difíciles, no importa que otras costumbres estén tan establecidas, no importa que tome tiempo, quizás décadas, hacerlo. Siempre es necesario, por complicado o tardado que sea.

Desde luego que la cuestión persiste: ¿qué cosas cambiar de la sociedad nuestra, y qué cosas simplemente aceptar?

martes, mayo 01, 2007

Porqué él sí y no yo

No, mi intención no es quejarme del porqué una chica escogió a otro, y a mi me hubo de deseñar, no. Tampoco quejarme acerca de un puesto que le dieron a un cierto tipo en vez de a mí. Y en general, no me quiero quejar de lo que, en general, podría pensarse al leer el título.

Más bien mi queja va encaminada a algo mucho más simple, mucho más tonto quizás, y quizas ridículo, sin la menor importancia. Simplemente quiero expresar mi desazón con respecto al juicio que sobre mi (no) humilde persona ejercen muchas personas a mi alrededor, no porque sea éste incorrecto o infundado, sino porque me hacen ver más patán de lo que verdaderamente soy al compararme con otro amigo mío, más joven que yo, he de decir.

Todo comenzó en una tarde en un café, en que me hallaba sentado con una amiga platicándo acerca de mil cosas -lo intrascendente es lo único interesante hoy día, pareciera ser-, cuando, de pronto, le comenté algo al respecto de una chica con la que alguna vez había salido. "Ese acto estuvo muy mal, mi querido amigo", dijo. No tuve más que asentir.

Y al poco rato, ella comentó que le parecía muy gracioso que un amigo nuestro, al que llamaré Julián, le hacía la corte a una damisela. Decía que a ella le parecía bonito -¿pero qué diablos es considerado hoy bonito?- que él se le hubiera declarado a los pocos días de conocerse -a pesar de que ella no hubiera dado el espacio necesario-, que era encantadora la forma en que él hacía cosas que ella le prohibía, y cosas así.

Olvidémonos del punto de vista que ustedes como lectores, y yo como narrador, tenemos sobre esta clase de comportamiento. Simplemente, centrémonos en el punto de vista de esta querida amiga mía, que dice, en otras palabras: adoro ver la inmadurez con la que demuestra su interés por ella. En esa frase hay que poner atención en un par de palabras: en inmadurez, y en interés.

En su libro "La inmortalidad", Milán Kundera menciona, en alguna parte del libro -me parece que al principio-, que un personaje suyo, Agnes, cuando era una jovencita, por un lado disfrutaba ver la inmadurez de un pretendiente suyo, pues eso demostraba que estaba verdaderamente interesado en ella; y por otra parte, esa inmadurez le molestaba.

Me atreveré a decir que el punto de vista de mi amiga es muy parecido: en esa inmadurez hay algo simpático. Hay, dentro de eso, un par de cosas que observar: la primera es el hecho de que ciertas acciones, cometidas en cierta edad, son lindas, mas en otras resultan una verdadera aberración. La segunda cosa, es que mi amiga disfrutaba ver esta clase de cosas en la inmadurez del amigo nuestro, Julián, pero porque ella no era parte de ese acto.

Vayamos por partes. Primero, con respecto a que hay acciones que se critican y censuran a cierta edad. Durante la plática, yo mencioné cierto error que cometí con una linda chica hace apenas medio año. La amiga mía no se reservó palabra de crítica alguna, tachándome, incluso, de "necio, tonto y obsesivo" (yo diría que la palabra caprichoso es suficiente). Mas, luego, este amigo nuestro, Julián, no sólo había incurrido en el mismo error, sino que lo había hecho más grande. Pero, pare Julián no hubo palabra alguna de censura, sino todo lo contrario: mi amiga hablaba de cuán tierno se había mostrado. Esto me mostró dos cosas también: la primera, que un acto así puede, en cierta forma, ser considerado bueno cuando se tuvo éxito -por más tonto o estúpido que pueda ser-, convirtiéndose en algo admirable; mas, cuando se falla, sólo existe como un error garrafal, convirtiéndose en un acto plenamente censurable. Y la otra cosa es que esta comparación, entre este amigo y un servidor, es que mi error, a mi edad, es una tontería, mientras que, cometido a su edad, es un encanto esa inmadurez. Es decir, hay cosas que son peor vistas en personas de mayor edad -vicios, excesos, etc, pero nunca había visto que el mismo hecho tuviera connotaciones completamente diferentes a edades distintas.

Ahora bien, el segundo más importante aspecto, es que hay actos que se nos parecen lindos, siempre y cuando le ocurran al pŕojimo. Porque esta amiga mía, dentro de todo, había tenido a su vez un pretendiente hace cierto tiempo, el cual cometía con ella toda clase de excesos, y dentro de éstos, muchos en los que incurríamos Julián y yo (ella misma los cometió durante cierto tiempo). Así que una vez que la relación llegó a su fin, no pudo soportar que otro hombre se comportara de esa forma con ella. Pero una vez más, no dejaba de calificar a lindo lo que Julían hacía, claro, ¡mientras ella no fuera parte de la escena!. Quizás era, ahora que lo pienso, por la seguridad de ver la obra como una mera espectadora. Es así que hay personas que aman las películas de terror -aunque un suceso así en sus vidas es lo menos que esperan-, o las tragedias -que nadie desea experimentar-. Así que ello era lindo, siempre y cuando ella no estuviera inmiscuida en ello.

La crónica nos deja dos cosas: para algunas personas, hay actos que a edades distintas, pueden tener pesos completamente distintos. Y el segundo punto, es que a veces resulta conmovedor o satisfactorio observar distintos actos pintorescos, simpre y cuando nosotros seamos meros espectadores.

lunes, abril 30, 2007

Cuándo aceptar, y cuándo no (1)

En la vida uno siempre se encuentra con aspectos con los que uno se halla insatisfecho: nuestra vida, lo que sabemos, nuestra experiencia, nuestra cualidades y defectos, las de nuestras amistades, las de nuestra familia...

Así también hay cosas que no nos tienen plenamente satisfechos dentro de la sociedad en general, desde cosas que nos encantan, hasta cosas que nos parecen una aberración.

En ambos aspectos -en lo personal y en lo general-, hay cosas que podemos cambiar, y hay otras que no.

Acerca de aceptar las cosas.

Hay veces en la vida en que es necesario aceptar que las cosas no son como deseamos que sean, y es entonces que debemos, en vez de quejarnos, de estar en contra marea, simplemente aceptarlas. O al menos, eso es lo que se dice por todas partes hoy día.

De ejemplos hay millares: el lugar en donde nos tocó nacer, el lugar en donde nos tocó vivir, la educación que recibimos, la situación socio-económica del país, las cualidades y defectos propios, las de nuestra pareja, nuestro físico...

Y es que, muchas veces, sí es preciso aceptar a las cosas como son -o al menos, eso creo, al igual que la sociedad-. A veces, sólo a veces. Como cuando uno se pone a quejarse del lugar en donde nació: ¿podemos cambiarlo? no; ¿las cualidades y defectos de amistades, familia y pareja? quizás no; ¿podemos cambiar nuestro físico? lo dudo mucho; ¿podemos cambiar nuestro pasado? imposible.

Es así que, en muchas ocasiones, sí resulta preciso y sano el aceptar las cosas buenas y malas de la vida. Aceptar lo malo, lo bueno, y también todo lo demás. Ese sería el primer paso hacia una mayor apertura en la vida.

Acerca de no aceptar las cosas.

Aunque efectivamente en muchas ocasiones resulta casi imprescindible aceptar la realidad nuestra, es también cierto que en ocasiones hay cierto espacio de duda, cierto campo de acción, que hace que dudemos entre aceptar las cosas como son y entre cambiarlas. Cambiarlas, cambiarlas, cambiarlas.

Ahora bien, la cuestión más importante es ¿cuándo aceptar, y cuándo no?

Una primera idea es: tratar de cambiar las cosas cuando es posible, y cuando no, simplemente aceptarlas. Muy simple, quizás en demasía. Pero, finalmente, práctica y realista.

Así por ejemplo, si bien no es posible cambiar las cualidades y defectos de nuestra pareja, sí es posible que ésta deje de serlo; quizás no estemos de acuerdo con nuestro físico, pero sí podemos mantenerlo sano, con lo cual ya habremos ganado mucho; quizás no estemos de acuerdo con nuestro pasado, pero sí podemos cambiar nuestro futuro, en vez de aceptar la ruta que hasta entonces llevábamos.

Desde luego que a veces no es tan sencillo, ya que en otras ocasiones, la oportunidad de cambiar se nos presente, y quizás no sea la mejor opción tomar el cambio; en otras, el cambio es posible, y hasta deseable, pero resulta tan complicado, que uno piensa que no tiene el menor sentido.

jueves, abril 26, 2007

Cuando las cosas van en contra

Cuando me siento a descansar los fines de semana, y voy, por ejemplo, a tomar un café a algún sitio, mientras pasa la gente distraída en ropa dominguera, o cuando voy a un jardín, con un libro en la mano, no puedo dejar de pensar en diversas situaciones hipotéticas.

Dentro de esas ideas, me viene una a la mente: ¿Qué hacer cuando las necesidades de uno van contra marea con respecto a las de la sociedad en turno? Y a la sociedad en turno, me refiero a la sociedad de un lugar y un tiempo definidos. ¿Cambiar para la sociedad, o la sociedad debe cambiar para uno?

Pongamos como ejemplo las mujeres. Las mujeres, aunque tienen mayor presencia en el escenario actual que en otras épocas, aún tienen muchas batallas por pelear: en algunos lugares más, en otros lugares menos. Pero, para contextualizar, hablemos de la situación de una mujer que tuviera ideas actuales -social, intelectual y sexualmente-, y que hubiera nacido en la edad media.

Me imagino que toda una serie de dificultades habría tenido que pasar, ya que ella, desde varios aspectos, se vería atada a las leyes de un tiempo que no tenía demasiado interés en garantizar igualdad de género. La vida, desde todos los aspectos, le habrían resultado complicadísimos. ¿Y qué hacer, entonces? Quizás la batalla era demasiado grande, quizás inmensa, y ella, una sola, incapaz de cambiar las cosas.

Así, como esa mujer, vería que la sociedad entera, que todas las personas, que todas las mujeres, que todos los hombres, que todo mundo, juega un papel absurdo, retrógrada, discriminatorio, injusto. Sí, quizás levantaría la voz, y ¿la escucharían? ¡Qué cúmulo de adjetivos habrán de caer sobre ella!

Sin embargo, yo veo que eso pasa todavía hoy en día, quizás en mucho menor grado, para un grupo de minorías: mujeres, homosexuales, indígenas, discapacitados, y otros grupos se ven, en mayor o menor medida, quizás no en todo el mundo pero sí en diversos lugares, con una sociedad que les rechaza, que les corroe.

Entonces, es que me pregunto: ¿qué hacer cuando este mundo se presenta tan distinto en ideales y costumbres a las de los individuos?

Inalcanzable

La verdad es que hay una frase que revolotea en mi mente desde hace varios días, en que me preocupaba por un asunto, dándome cuenta que le tomé mayor importancia en cuanto se hubo de complicar. No es que antes no me importara, sino que tomó mayor importancia en cuanto noté que era casi inalcanzable.

No sé si la frase ya la había dicho alguien (lo cual es bastante probable), y si así fue, no recuerdo quién. Pero aquí va:

Nada resulta tan bello, como cuando parece inalcanzable.

Me pregunto porqué son así las cosas en esta vida. Masoquismo, egoísmo, distracción, vaya uno a saber las verdaderas fuentes de su origen.

martes, abril 10, 2007

Quisiera

Quisiera tener más tiempo entre mis manos, y así, quizás, poder satisfacer los deseos todos de mi alma: trabajar catorce horas, ver un par de películas, hacer un par de horas de deporte, escuchar a los amigos, aconsejarlos, y pedirles consejo al son de una taza de café, leer un par de libros, escribir notas en mi diario, y dar cariño, mucho cariño. Poder, con un tropel de horas entre las manos: besar, ser besado, pensar, reflexionar, perdonar, ser perdonado, escuchar, opinar, aconsejar, ser aconsejado, acompañar, abrazar, jugar, bromear, aprender, compartir, discutir, llorar, reir...

Qué pena que el mundo, siempre avanzando, no alcance a descubrir alguna forma en que podamos tener más horas en nuestros días, y así dar todo de sí no sólo a nosotros mismos, sino también a los demás. Compartir más vida nuestra con los demás, tan sólo eso.

martes, marzo 06, 2007

A veces

A veces me pregunto en qué momento cedemos: a nuestros miedos, a nuestros gustos, a nuestras ilusiones, a nuestros ideales, a nuestras ideas, a nuestras costumbres. Y me preguntó también ante qué situaciones, ante qué clase de personalidades, ante qué momentos de nuestra vida es que nos vemos más propensos a dejar de ser, a dejar de querer, a dejar de temer, a dejar de soñar.

A veces uno desea profundamente llorar, gritar, maldecir, gemir. Y entonces le acompaña a uno el dolor, que se resiste a morir, que parece un parásito que vive a costa nuestra, un simple recuerdo terrible. A veces semanas, a veces días, a veces meses. Y a veces se olvida. A veces.

Y a veces, sin que uno se de cuenta, el mismo suceso, tantas otras veces transcurrido en nuestra vida -quizás veinte o treinta veces-, el mismo, que tanto conocemos, que tanto odiamos, que tanto tememos, se presenta ante nuestros ojos, mas no como le conocímos, no como lo recordábamos. Esta vez se ha revestido de una nueva apariencia, que le vemos distinto. Y, al verlo más de cerca, nos damos cuenta que ya no es tan terrible, no solo en su apariencia, sino en su esencia. ¿Es que ya se ha acostumbrado el alma a su visión terrible? ¿acaso sus golpes ya no no arrancan gritos?

Y en una ocasión como esa, en que el dolor deja de ser dolor, en que la vida presenta un suceso tantas veces experimentado, muchas veces temido y odiado, ahora convertido en un mero suceso común, se pregunta uno: ¿qué fue lo que hizo que me dejara de doler este terrible dolor tantas veces experimentado, tantas veces verdugo de mi alegría? Y el dolor, que vino de la pérdida del amor, fue apagado por un viejo conocido: el amor. Un amor que esta vez llama a entregarse sin condición. Y que llama a entregarse porque esta vez, ser amado es lo de menos.