miércoles, diciembre 12, 2007

Todavía hay cosas que guardo

A veces me pregunto qué demonios pienso al guardar algunas cartas que le he escrito a algunas mujeres en mi vida.

¿Para qué diablos guardarlas, si únicamente me llenan de tristeza? ¿Para qué tenerlas a la mano, si en su momento, todo lo que obtuve de ellas fue, en el mejor de los casos, un grosero desdén, y en el peor, un juego infantil? ¿Para qué tener la posibilidad de guardar, más allá de mi memoria, las palabras que en un momento dado, salieron de mi mano y mi corazón, y que obtuvieron prosaicas respuestas? ¿Para qué guardar recuerdos de hechos que no merecen ni siquiera ser nombrados? ¿Para qué intentar no olvidarme de esos nombres suyos, cuando ellas seguramente han olvidado el mío? ¿Para qué tratar de guardar sus sonrisas en mi mente, cuando lo último que vi de ellas estaba lejos de hacerme feliz?

No sé porqué, pero sé que me niego a destruir esos recuerdos. Después, pasado cierto tiempo, cuando no solamente la decisión de olvidarlas, sino el verdadero olvido se hace presente en mi vida, es cuando finalmente puedo despojarme de esas cartas y de esos recuerdos. A veces, a veces. A veces, si tan sólo no deciden imprudentemente volver a mi vida.

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