sábado, agosto 23, 2008

Marcia - primera parte

Luis colgó el teléfono tras varios minutos con el presidente de una empresa cliente suya. Habían discutido algunos detalles sobre el producto que esa compañía requería en última instancia, que no eran otra cosa que ajustes aquí y allá, menores, sin demasiada importancia.

Y, sin embargo, para Luis el que esa llamada hubiera llegado a su fin le quitaba de encima muchísima presión, porque había estado trabajando, junto con todo su equipo, en lograr un producto de grandes perspectivas, tomándole más de un año y medio, con muchísimos obstáculos, y el hecho de tener finalmente su primer cliente de gran envergadura, hablaba de lo bien que se veía el panorama próximo, de que su producto no había sido un fracaso, como muchas veces lo pensó en el transcurso del último semestre.

Luis se puso de pié y miró el firmamento desde la gran ventana que se abría enfrente de su escritorio, aspirando fuertemente, con el viento golpeándole levemente la cara. Una sensación de placer, de logro, de haber hecho lo correcto, de satisfacción, le envolvía por completo, tranquilizándole, deseando intempestivamente, a las seis menos quince de una tarde de viernes, salir corriendo a comer a un restaurante próximo con algunas amistades suyas -porque el equipo de trabajo suyo, aunque también debería compartir esa alegría, solía retirarse a las cinco los viernes-.

Los únicos que quedaban en la oficina en ese instante eran él y su secretaria, quien se había quedado por órdenes explícitas de él -lo cuál, desde luego, le hacía sentir como un tirano, a pesar de pagarle esa hora adicional al doble de lo usual-. La habría invitado a cenar tras esa triunfante llamada, sino fuera porque ella tenía un nuevo novio, quien seguramente esperaba por ella en algún restaurante cercano a las seis quince o seis y media.

Así, comenzando apenas a adentrarse en sus pensamientos, en su regocijo, a punto de perder noción del tiempo, escuchó que sonaba el teléfono: era el tono de su secretaria. Presionando suavemente el botón pudo escuchar en la bocina externa la voz cansada de su secretaria: "Señor, hay una llamada para usted, de parte de Marcia Infante, dice que es muy importante".

Marcia Infante. Marcia. Marcia. Claro, cómo olvidarla. Pero había pasado tanto tiempo desde la última vez que había hablado con ella. Hace ya casi seis años. Era como parte de un pasado demasiado lejano, distante. Antes de que él pusiera su propia empresa. La Marcia que no le contestaba el teléfono en aquellos días por decirse ocupada -domingos por la tarde, sin trabajo, en vacaciones de verano-, y que, sin embargo, le hablaba de cuando en cuando, de manera coqueta -¿quizás para subirse el ego a costa de él?-. Pero lo cierto era que Marcia, con sus ojos verdes, su cabello castaño, y sus labios rosas pequeños no era la clase de persona de la que esperaría una llamada en viernes a las seis de la tarde, o al menos, no para recibir sus saludos.

Divertido por esta pequeña irrupción en la rutina, le dijo a su fiel secretaria que le pasara la llamada, agregando: "Mi querida María, se puede usted ir a casa, el trato está prácticamente cerrado". Y entonces levantó el teléfono inalámbrico, y se sentó en el borde de la ventana, con su camisa azul y sus pantalones caquis, entretenido.

- ¿Sí?
- ¿Luis? ¿Te acuerdas de mí? - preguntó Marcia con un tono que denotaba un poco de impaciencia.
- Desde luego que me acuerdo de ti - dijo sonriendo.
- ¿Cómo estás? - dijo ella, tranquilizándose un poco. - Por un momento pensé que no me recordarías.

La voz de ella, por supuesto. Grave, imperativa, soberbia. Siempre dando ordenes, como una profesora de primaria pública.

- ¿Y bueno, en qué puedo ayudarte? Me temo que no será para saludarme nada más, ¿no?- agregó Luis, riendo levemente.
- ¿Y porqué no habría de ser así? - preguntó ella, levemente ofendida.
- Porque, bueno, históricamente no eres el tipo de persona que llame a alguien para saludar nadamás. Con excepción, claro, de tu novio. Pero la realidad es que nunca fuimos novios, así que supongo que necesitas algo, ¿no es así?- dijo él, tratando de burlarse de ella en los días añejos.
- Pues está muy mal tu concepción de las cosas. Imagino que el mundo empresarial te ha contaminado-, poniendo especial énfasis en la la palabra contaminación.

La forma de ser de Marcia: acusación, órdenes, micro manipulación. ¿Qué quiere Marcia de Luis? Estab vez seguro que no desea enaltecerse o sentirse mejor ante un amor no correspondido. ¿Puede una mujer como ella, con sus ojos verdes, sus largas piernas, su delicado talle, sus finos razgos, ser, en una ciudad como Puebla, ser desairada? Ya una vez lo fue, ahora lo recuerdo bien Luis, por un chico español. Quizás se consiguió a otro español que le desairó de nuevo, ¿no?

- Bueno, mi querida Marcia, no entremos en discusiones absurdas como en el pasado. Y si crees que estoy contaminado, saludémonos, y despidámonos de buena forma- dijo él, tranquilamente.
- No, no, espera. - y tomando aire, continuó - En realidad sí necesito ayuda de tu parte. Creo que podemos dejar nuestras diferencias atrás, tú en tu mundo empresarial y yo en mi mundo filantrípico.

"Joder, ¿qué le pasaba a esta pinche vieja? ¿En mi mundo empresarial? Si aquí el único cabrón en ese mundo, es su padre, y ahora que bien lo recuerdo, sus hermanos mayores. Y ella, ¿filántropa? pero claro, se le vive mientras tanto en los restaurantes más selectos de la ciudad, cuyos menus distan años luz del salario mínimo", se dijo Luis, indignado. Pero como tenía mucha curiosidad sobre lo que deseaba Marcia, dejó de lado este comentario, como si no lo hubiera escuchado.

- Pero bueno, ¿dime en qué puedo ayudarte?-
- Tengo poco tiempo, estoy demasiada ocupada ahora, pero pensé que sería bueno hacerte una llamada, aunque fuera de rápido-, dijo ella, de nueva aumentando la velocidad.

"Ya veo. Ahora eres la interesante, ocupada señorita de sociedad filántropa. Ahora me explico porqué no te había llamada en estos años. Me llamas para pedirme un favor y denotas importancia. Lo peculiar es que, a diferencia de las personas que realmente están ocupadas, tú logras, de alguna manera, darte un aire de mucha más importancia. ¿Porqué, dime, Marcia, lo haces tanto desde hace tanto tiempo?".

- Bueno, escucho.- dijo él, cada vez más interesado.

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