lunes, agosto 02, 2010

Si pudiera ser al aire

Si pudiera ser el aire, si pudiera ser el viento, y moverme libremente por donde quisiera, te habría visto caminar por tardes oscuras, perdida en la gran ciudad, caminando, llena de melancolía, con tristeza desgarrando tu belleza, con la mirada perdida, con la sonrisa arrancada, distraída, con los brazos caídos, dejándote llevar, en tu caminar, por tu dolor.

Si hubiera podido moverme entre los edificios, entre los árboles, sobre las aguas del río, te habría visto en tu soledad, en algún café distraída, sola, con una taza en la mano y tu frente apuntando a la mesa. Te habría visto, al caer la noche, cuando toda la gente se ha ido, en una biblioteca, cuando se te escapaban algunas lágrimas cuando te acordaste sin querer de aquel que juzgó que no eras suficientemente buena para él, y habría visto cómo se arrugaba tu frente, y salías huyendo. Te habría visto tratando de poner una sonrisa, como un antifaz grotesco, sobre tus bellos labios, cuando se te acercaba alguien en la universidad, o en algún bar, o en el cine, o en el tren.

Si fuera un hada que pudiera atravesar el límite entre la realidad y los sueños, y ver en qué se pierde tu mente de noche, habría dado fe de tus constantes sueños con aquel que prefirió a una rubia de grandes proporciones, mientras les veías irse juntos, a lo lejos, lejos de ti, mientras tú te quedabas con tu soledad. Habría dado fe de que soñabas que él recapitulaba un día, en el que reparaba en ese amor tan grande por ti, y regresaba a ti un amanecer cualquiera. Y habría dado fe de que despertabas con tu almohada húmeda, y de que tus ojos estaban resecos y rojos.

Si fuera un fantasma errante y vagabundo que atraviesa paredes por las noches, habría visto que se te acercó un hombre que se interesaba por ti, por tu mundo, por tus sueños, y que se preguntaba si preguntarte porqué sonreías sin sonreír, y se habría preguntado tanto sobre tus constantes cambios de ánimo y de parecer. Habría visto cómo intentaba hasta el cansancio acercarte a ti, a tu mundo, topándose con un muro impenetrable que pusiste para evitar que alguien ocupara el lugar que querías que siguiera ocupando aquel que te dejó sola algún ayer.

Si fuera tu amigo, y si te conociera lo suficiente para saber cuándo mientes y cuándo dices la verdad, y si pudiera discernir lo que realmente hay detrás de tus palabras, te habría escuchado hablar de que conociste ayer a un hombre maravilloso, que te parece como si se conocieran de toda la vida, que te hace reír, que te hace volar, y que sus besos te queman, que su mirada te arropa, que te sientes completa con él, que ambos fueron hechos el uno por el otro. Me habrías dicho, emocionada, deslumbrándome con tu mirada, que él, acaso sin conocerlo, ya te tiene toda, en cuerpo y alma. Te habrías olvidado hablar, como en otras veces, de la pena que te da aquel que te sigue como un perro, enamorado de ti, y también habrías olvidado hablar de aquel que amabas con locura hace algunos meses apenas.

Si fuera un dios menor, y pudiera ver todo desde el cielo o la tierra, habría visto que un simple día te topas con el recuerdo de tu amor supuestamente ya olvidado, y que te echas a llorar, porque no puedes olvidarle, porque tu nuevo amante es una caricatura, una mala copia de aquel otro, uno que estuvo en el momento de tu debilidad acaso, y que ahora no sabes ni siquiera si quieres estar un segundo más con él, si quieres volver a besarlo, si quieres volver a dejar que te muerda en el cuello, o que tome tu cuerpo.

Y habría visto que te quedas con él porque el dolor de tenerlo a tu lado es menor que el de no poder tener a aquel otro, que se deja ver entre tu mundo con su nueva novia, y te ve de lejos, sonríendote, tratando de que sean todos amigos: tú, su nueva novia, y tú. Te quedas con él aunque le detestes secretamente, acaso sin saberlo, no por sus defectos, sino por lo que no es, por lo que pensaste que era alguna madrugada cualquiera.

No hay comentarios.: