domingo, enero 20, 2013

Las piernitas de Jana


En punto de las seis de la tarde de un domingo absurdamente pacífico la foto de Jana me entra por los ojos, de golpe, inesperadamente, mientras me hallo recostado, echado como un costal, tras recién haber visto ‘De Roma con Amor’ –Woody Allen, te amo-, e ingresé, curioso patológico o stalker, a Facebook.

Evocación involuntaria dominical instantánea azuzada por esa foto: en realidad nos vimos allí, en Italia, aunque no en Roma, sino en Milan, en un viaje más bien sobre-dramático, condimentado por las sutiles pero tenaces advertencias de Aneta –que guapa has sido, che, y qué guapas sigues estando casada, che-, por un viaje frustrado a Brujas –alegría y risa burlona de M. mientras cocinaba pasta con gambas-, por que llegué tarde cinco minutos más de la cuenta en Bruselas –léase: veinte minutos-, y porque nos mandamos al carajo, sutil pero tenazmente, algunos días antes, Jana y yo, por celular.

(Ah… ¿recordarás, Jana de mis amores y de mis sueños indecentes, las caminatas, las pastas, las pizzas, los vinos, tus quejidos en la gellateria, y esos golpes que me propinaste infantil y juguetonamente el domingo que partíamos de regreso?)

Bueno, técnicamente no fue Jana, sino su cuerpo: su sonrisa enorme, coqueta, y traicionera, y su figura femenina, con buenas curvas –envidia injustificada de mi ex querida Ester-, y sus brazos níveos menudos sensuales, y sus ojos brillantes, claros, tan checos. Pero, sobre todo, por esas piernas tan poderosamente sexuales, y poderosamente torneadas, que le han mantenido en mi inconstante mente y en mi inconstante lista de caprichos.

Lo que cimbra mi domingo por la tarde es saber que mi paciencia, mi tranquilidad, y mi relajación se van a la basura al ver esa foto de la sensual, poderosamente sexual, e inevitablemente inolvidable –dolorosamente inconstante- Jana. Porque según yo, en teoría, en papel, en la planeación, debe uno mantenerse solo, aislado emocionalmente, no dependiente, para lograr el equilibrio emocional-personal-sexual-amoroso-dramático.

En otras palabras, me voy directamente al carajo con todos mis pseudo intelectuales y espirituales deseos de mantenerme en equilibrio y en tranquilidad cuando veo, apenas en fotos, las deliciosas y suculentas piernitas de Jana (a quien, por lo demás, confesé que ‘lo que no daría por que fueran mías’ – y sí, lo que no daría porque fueran mías, sobre todo en las noches, y sobre todo en los fines de semana-).

(Y Jana también me cae bien, claro. Es agradable, divertida, coqueta, y tiene unos labios suaves. Muy suaves).

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