En punto de
las seis de la tarde de un domingo absurdamente pacífico la foto de Jana me
entra por los ojos, de golpe, inesperadamente, mientras me hallo recostado, echado
como un costal, tras recién haber visto ‘De Roma con Amor’ –Woody Allen, te
amo-, e ingresé, curioso patológico o stalker, a Facebook.
Evocación
involuntaria dominical instantánea azuzada por esa foto: en realidad nos vimos
allí, en Italia, aunque no en Roma, sino en Milan, en un viaje más bien
sobre-dramático, condimentado por las sutiles pero tenaces advertencias de
Aneta –que guapa has sido, che, y qué guapas sigues estando casada, che-, por
un viaje frustrado a Brujas –alegría y risa burlona de M. mientras cocinaba
pasta con gambas-, por que llegué tarde cinco minutos más de la cuenta en
Bruselas –léase: veinte minutos-, y porque nos mandamos al carajo, sutil pero
tenazmente, algunos días antes, Jana y yo, por celular.
(Ah…
¿recordarás, Jana de mis amores y de mis sueños indecentes, las caminatas, las
pastas, las pizzas, los vinos, tus quejidos en la gellateria, y esos golpes que
me propinaste infantil y juguetonamente el domingo que partíamos de regreso?)
Bueno,
técnicamente no fue Jana, sino su cuerpo: su sonrisa enorme, coqueta, y
traicionera, y su figura femenina, con buenas curvas –envidia injustificada de
mi ex querida Ester-, y sus brazos níveos menudos sensuales, y sus ojos
brillantes, claros, tan checos. Pero, sobre todo, por esas piernas tan
poderosamente sexuales, y poderosamente torneadas, que le han mantenido en mi
inconstante mente y en mi inconstante lista de caprichos.
Lo que
cimbra mi domingo por la tarde es saber que mi paciencia, mi tranquilidad, y mi
relajación se van a la basura al ver esa foto de la sensual, poderosamente
sexual, e inevitablemente inolvidable –dolorosamente inconstante- Jana. Porque
según yo, en teoría, en papel, en la planeación, debe uno mantenerse solo,
aislado emocionalmente, no dependiente, para lograr el equilibrio
emocional-personal-sexual-amoroso-dramático.
En otras
palabras, me voy directamente al carajo con todos mis pseudo intelectuales y
espirituales deseos de mantenerme en equilibrio y en tranquilidad cuando veo,
apenas en fotos, las deliciosas y suculentas piernitas de Jana (a quien, por lo
demás, confesé que ‘lo que no daría por que fueran mías’ – y sí, lo que no
daría porque fueran mías, sobre todo en las noches, y sobre todo en los fines
de semana-).
(Y Jana
también me cae bien, claro. Es agradable, divertida, coqueta, y tiene unos
labios suaves. Muy suaves).
No hay comentarios.:
Publicar un comentario