martes, mayo 01, 2007

Porqué él sí y no yo

No, mi intención no es quejarme del porqué una chica escogió a otro, y a mi me hubo de deseñar, no. Tampoco quejarme acerca de un puesto que le dieron a un cierto tipo en vez de a mí. Y en general, no me quiero quejar de lo que, en general, podría pensarse al leer el título.

Más bien mi queja va encaminada a algo mucho más simple, mucho más tonto quizás, y quizas ridículo, sin la menor importancia. Simplemente quiero expresar mi desazón con respecto al juicio que sobre mi (no) humilde persona ejercen muchas personas a mi alrededor, no porque sea éste incorrecto o infundado, sino porque me hacen ver más patán de lo que verdaderamente soy al compararme con otro amigo mío, más joven que yo, he de decir.

Todo comenzó en una tarde en un café, en que me hallaba sentado con una amiga platicándo acerca de mil cosas -lo intrascendente es lo único interesante hoy día, pareciera ser-, cuando, de pronto, le comenté algo al respecto de una chica con la que alguna vez había salido. "Ese acto estuvo muy mal, mi querido amigo", dijo. No tuve más que asentir.

Y al poco rato, ella comentó que le parecía muy gracioso que un amigo nuestro, al que llamaré Julián, le hacía la corte a una damisela. Decía que a ella le parecía bonito -¿pero qué diablos es considerado hoy bonito?- que él se le hubiera declarado a los pocos días de conocerse -a pesar de que ella no hubiera dado el espacio necesario-, que era encantadora la forma en que él hacía cosas que ella le prohibía, y cosas así.

Olvidémonos del punto de vista que ustedes como lectores, y yo como narrador, tenemos sobre esta clase de comportamiento. Simplemente, centrémonos en el punto de vista de esta querida amiga mía, que dice, en otras palabras: adoro ver la inmadurez con la que demuestra su interés por ella. En esa frase hay que poner atención en un par de palabras: en inmadurez, y en interés.

En su libro "La inmortalidad", Milán Kundera menciona, en alguna parte del libro -me parece que al principio-, que un personaje suyo, Agnes, cuando era una jovencita, por un lado disfrutaba ver la inmadurez de un pretendiente suyo, pues eso demostraba que estaba verdaderamente interesado en ella; y por otra parte, esa inmadurez le molestaba.

Me atreveré a decir que el punto de vista de mi amiga es muy parecido: en esa inmadurez hay algo simpático. Hay, dentro de eso, un par de cosas que observar: la primera es el hecho de que ciertas acciones, cometidas en cierta edad, son lindas, mas en otras resultan una verdadera aberración. La segunda cosa, es que mi amiga disfrutaba ver esta clase de cosas en la inmadurez del amigo nuestro, Julián, pero porque ella no era parte de ese acto.

Vayamos por partes. Primero, con respecto a que hay acciones que se critican y censuran a cierta edad. Durante la plática, yo mencioné cierto error que cometí con una linda chica hace apenas medio año. La amiga mía no se reservó palabra de crítica alguna, tachándome, incluso, de "necio, tonto y obsesivo" (yo diría que la palabra caprichoso es suficiente). Mas, luego, este amigo nuestro, Julián, no sólo había incurrido en el mismo error, sino que lo había hecho más grande. Pero, pare Julián no hubo palabra alguna de censura, sino todo lo contrario: mi amiga hablaba de cuán tierno se había mostrado. Esto me mostró dos cosas también: la primera, que un acto así puede, en cierta forma, ser considerado bueno cuando se tuvo éxito -por más tonto o estúpido que pueda ser-, convirtiéndose en algo admirable; mas, cuando se falla, sólo existe como un error garrafal, convirtiéndose en un acto plenamente censurable. Y la otra cosa es que esta comparación, entre este amigo y un servidor, es que mi error, a mi edad, es una tontería, mientras que, cometido a su edad, es un encanto esa inmadurez. Es decir, hay cosas que son peor vistas en personas de mayor edad -vicios, excesos, etc, pero nunca había visto que el mismo hecho tuviera connotaciones completamente diferentes a edades distintas.

Ahora bien, el segundo más importante aspecto, es que hay actos que se nos parecen lindos, siempre y cuando le ocurran al pŕojimo. Porque esta amiga mía, dentro de todo, había tenido a su vez un pretendiente hace cierto tiempo, el cual cometía con ella toda clase de excesos, y dentro de éstos, muchos en los que incurríamos Julián y yo (ella misma los cometió durante cierto tiempo). Así que una vez que la relación llegó a su fin, no pudo soportar que otro hombre se comportara de esa forma con ella. Pero una vez más, no dejaba de calificar a lindo lo que Julían hacía, claro, ¡mientras ella no fuera parte de la escena!. Quizás era, ahora que lo pienso, por la seguridad de ver la obra como una mera espectadora. Es así que hay personas que aman las películas de terror -aunque un suceso así en sus vidas es lo menos que esperan-, o las tragedias -que nadie desea experimentar-. Así que ello era lindo, siempre y cuando ella no estuviera inmiscuida en ello.

La crónica nos deja dos cosas: para algunas personas, hay actos que a edades distintas, pueden tener pesos completamente distintos. Y el segundo punto, es que a veces resulta conmovedor o satisfactorio observar distintos actos pintorescos, simpre y cuando nosotros seamos meros espectadores.

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