sábado, junio 23, 2007

Sofocándome

Por instantes, durante el día, durante la noche, en cualquier momento, de pronto, sin esperarlos y sin esperármelo, siento que me laceran terriblemente ideas horribles y escandalosas.

El aire parece querer huir de mi, y siento que mi espíritu, al igual que mi cuerpo, se sofoca, se asfixia. Qué cosa más terrible es que el dolor no solamente envuelva mi cuerpo, sino también mi mente. Sentir en el alma terribles latigazos, profundas punzadas, golpes invisibles que llevan mi ser a horizontes más allá de la tristeza, del dolor, de la aflicción.

¿Dónde estás, pensamiento mío, pensamiento ajeno, que no puedo recordarte? ¿En qué mares, en qué montañas has ido a parar, que tu imagen no se presenta ante mí más? ¿En dónde estás, serenidad mía, ahora, hace tanto tiempo que te dejé escapar, al dejar entrar en mi morada la insulsa ilusión?

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