viernes, junio 22, 2007

Y yo que pensaba estar perdiendo

La noche ha caído ya sobre la tierra, y se esfuerza en cerrar mis párpados. El sueño ya ha caído sobre mí. El sueño de un viernes por la noche, en el que pensaba, hasta hace un par de instantes, en que, por momentos, sentía que estaba perdiendo algo de mi, algo que no era de mi. Algo mío, y algo que no es mío.

Porque, hoy, de pronto, pensé que estaba perdiendo algo importante de mí. Pensaba que debido a las terribles circunstancias, al azar, a la falta de determinación, quizás simplemente a factores que no puedo controlar, había algo que yo había añorado con todo mi ser, y que ahora, de pronto, intemestivamente, había empezado a perder. Poco a poco, desvaneciéndose eso que tanto deseaba, eso en lo que tanto empeño puse, simplemente, porque no puedo nada en contra de la vida, cuando la vida se llama tiempo y espacio.

Mas, ¡ah!, terrible despertar fue el darme cuenta que realmente, yo no estaba perdiendo algo, no. No era que ya lo hubiera perdido -lo cuál me habría destrozado el corazón terriblemente-, y que las esperanzas no estuvieran ya justificadas. Ilusiones insanas, ilusiones pérfidas, ilusiones vanas. Una idea perdida, un ideal olvidado. Un sueño que al que le ha llegado el alba, un alma a la que llegó la derrota irremediablemente. En un mar de lágrimas haría caído mi persona al notar que ya era demasiado tarde, que ya había perdido eso en lo que tanto soñaba, en lo que colocaba mis esperanzas todas. Para siempre y por siempre.

Y en un instante de lucidez leve, pude darme cuenta de que la verdad era mucho peor y quizás no tanto. Porque, para bien o para mal, desafortunada o afortunadamente, eso que yo tanto añoré, nunca pude hacerlo mío. Nunca pude que pasara a ser parte de mi persona -aunque casi lo fue-, y nunca pude hacer que nuestras miradas fueran una sola -aunque muchas veces veíamos juntos-. No se perdió un ideal, un sueño, una esperanza, una idea, un poema, un canto. Y no se perdió nada, porque, lamentablemente, aunque intenté con todo el ardor de mi pecho que fuera parte de mi, nunca pude lograrlo.

Ve y vuela ave de paso, ve y vuela ideal mío, y piérdete en el cielo de las tristezas, acaso en el de las alegrías, que ya no estarás más conmigo, perenne esperanza de mis días y noches, que has huído de tí y al hacerlo también has huido de mi; ve y surca esos grandes cielos, esos grandes mares, piérdete en el olvido de mi alma, piérdete en el olvido de mi mente. Llévate contigo tus recuerdos todos, y las alegrías que me prodigaste también tómalas contigo, que en ellas yace inevitablemente una terrible aflicción.

Vuela, vuela, vuela. No sé si más alto, o si más bajo. No sé si hacia el cielo o hacia el infierno. Quizás nunca lo sepa. Pero vuela, vuela de mi vida, antes de que me arranques la piel, ideal perdido mío.

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