viernes, septiembre 14, 2007

Recuerdos

Cuando me siento, por la noche, a descansar, escuchando el canto del silencio, rodeado de sueños, de murmullos, de nada, me pongo a pensar profundamente en los recuerdos que más cerca guardo de mí. Evoco historias, fiestas, días, horas, risas, carcajadas, y también alguna que otra tristeza.

Son para uno de mis más grandes tesoros. como la muestra de que he vivido, quizás demasiado mal para la forma en la que la sociedad actual dicta la vida, pero he vivido, y eso es todo. Me daría mucha ansiedad el no haber vivido, el no haber hecho algo, haber arriesgado aunque sea un poco.

Dice Eric Fromm que de lo único que tienen certeza las personas es del pasado. Y es verdad. Es como una pequeña máquina del tiempo, ciertamente imperfecta, en donde la visión mezcla los hechos reales con las impresiones nuestras, en donde a veces cambiamos el color de fondo, la intensidad de la alegría, las emociones que por entonces experimentamos.


Ciertamente imperfecta máquina del tiempo, que, sin embargo, me hace sentirme vivo. Y es entonces que evoco por largas horas aquellas historias que marcaron mi vida -¿acaso no es cada instante una parte fundamental de nuestra existencia?-.

Y es entonces que recuerdo los días más felices de mi infancia, y algunos otros de mi adolescencia. Recuerdo aquellos sábados dichosos en que caminaba a mediodía, viendo a la gente aquí y allá, a veces riéndome, a veces tan solo observando tanto como pudiera, siempre sonriendo. Y recuerdo tardes en otras ciudades, con el sol poniéndose, dorando las verdes estatuas, entre mucha gente, tomando café, pensando, platicando, discutiendo lo indiscutible.

Y es entonces que recuerdo aquella vez que caminaba por una calle, desierta, domingo por la tarde, con el cielo nublado, lleno de melancolía, lleno de soledad. Y entonces también recuerdo aquella noche en que pasé gran tristeza, con un anhelo imposible de arrancar en muchos días, ansiando algo que no estaba a mi alcance.

Y yo no sé si estoy loco, porque aprecio mis recuerdos todos, tanto los felices como los tristes. Aun no me alcanzó a explicar la razón del porqué los guardo, del porqué no los he olvidado. En todo caso, sucede que muchas veces les olvido, cuando son recientes, y alguna vez, recapitulando, les recojo del suelo de mi memoria, y los desenpolvo, y los coloco en uno de los muchos estantes de mis recuerdos. Mis recuerdos y nadamás.

No hay comentarios.: