viernes, enero 25, 2008

Canciones, canciones, primera parte

Una idea a la mente viene. Se estrella. Domingo por la tarde, el mediodía se acaba de marchar. Comida pide mi estómago vacío, lacerado por la bilis de la congoja. Idea, como un foco. Buena idea, o mala idea, qué importa: idea valuada por ser una idea. Ejercicio literario, ya que no puedo hacer demasiado ejercicio físico. Escribo lo que no puedo vivir, y vivo lo que no puedo escribir. Convierto los errores en tragedias, y los logros en errores. Gracias a Dios, claro.

Pero que la idea no se vaya del todo. Aguarda un poco, no escuches esa canción en la radio. Es cierto lo que dice de mí, pero falso lo que dice de ella. Canción escrita antes de nosotros para nosotros, para todos los masoquistas.

No hago otra cosa que pensar en ti.

Cierto, mi mente apenas se desprende para pensar en cosas otras. Obsesivo compulsivo. Compulsivo obsesivo. Deja de escuchar esa canción. Órdenes que yo mismo me doy y que yo mismo no puedo cumplir. Ella me dice no, y yo digo que sí, y ella dice que sí, y yo digo que no. Placer en la complejidad, supongo. “Te gustan las locas”, alguien dice allá en mis recuerdos.

Fue miedo, no coraje lo que por entonces sentí.

No, ella no sintió eso. Ella no lo pensó ni siquiera, no gastó un instante en detenerse a pensar. Me la imagino pensando lo que no pensó: Ha sonado el teléfono. Él es, sin duda. No contesto. No quiero escuchar su voz, no quiero saber de él. Pero quiero que sepa que supe que llamó él. Mensaje escrito para él: ¿qué deseas?. Me responde que saludarme: café-tomar-platicar. No, respondo. ¿Porqué le estoy diciendo lo que le estoy diciendo? Dos posibles causas de mi molestia: ¿será berrinche, o será decisión sabia? Pero le digo que no, no, no, por el resto de la eternidad no. No insiste, pero insisto en convencerle que no. ¿Porqué le digo lo que le digo? ¿Miedo, coraje? Miedo, o coraje. ¿Qué es lo que en mi interior hay? No es indiferencia, no. Y la indiferencia, a veces, no es la más refinada forma de crueldad.

Pero ella eso no pensó, no. Ella en su problema pensaba. Carita triste, rostro desencajado, así me la imagino. Ojos tristes, ojerosos, comiendo en la mesa con la espalda encorvada, tarareando una canción:

Como olvidarte, cómo dejar de sufrir, ¿porqué partiste después de haber partido, cuando te dejé abandonado después de que tú ya me habías abandonado?

Esperanzas de volver, se dice ella en la mente, sin pronunciarlo. Pensar en él, no dejar de recordarle. Y entonces, molestia: un cabrón que en la calle quiso darle un golpe en las nalgas. Luego comiendo tarareando-tralará una triste canción: ¿porqué se fue?. Y sonó en ese instante el teléfono. Mala hora, mal minuto, mal día, mal pié se levantó con.

El pecado del que llama: llamar en mal momento, en mal día, a la mala persona, con la mala relación.

Nuestra relación...”

Ella me dijo una vez. ¿Cuál?, me pregunto ahora. Cuál, cuál, cuál. Relación de mi parte, querrá ella decir. Yo todo, ella algo, y después, ella nada, siempre esperando todo. Disfrutar mientras las circunstancias le satisfacen: viento a su favor. Ella pensando: yo te llamo cuando pueda, pero tú me respondes inmediatamente. Si no, buscaré a otras citas. Y en tu cara te lo restregaré: citas jueves y viernes; no, no te veré esos días, ¡quién sabe cuánto habrán de durar! Castigo: hasta el sábado. Sufre mientras tanto.

¿Porqué no nos enseñan en la escuela, como una materia, el ser personas que no se lleven a otras entre las patas? O en otras palabras, deberían enseñarnos a no llevarnos el corazón de otras personas entre las patas de nuestro egoísmo.

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