lunes, octubre 20, 2008

Te soñé una noche, en que huías de mí

Te soñé una noche, de noche, y de nostalgia se bañaba mi corazón al recordar, por la mañana, ese sueño en el que nos encontramos.

Las estrellas iluminaban el firmamento oscuro, con las calles desiertas, con lamparas aquí y allá, espantando a la negrura de la noche. Y junto al camino, el lago parecía mecerse tranquilo, casi en silencio. Y yo corría tras de tí, que ibas siempre, siempre, por delante mío, algunos pasos, riendo, volteando para ver qué tan lejos me encontraba de ti, huyendo sin huir.

Y yo corría tras de ti, mientras te escondías, y después salías, me lanzabas señas, me lanzabas mofas, y seguías apartándote de mí. Yo, herido ante ti, jugaba tu juego, siguiéndote, persiguiéndote, esperando darte alcance, mientras corrías, corrías, corrías.

Te escondías aquí, te escondías allá, siempre riendo, siempre con los ojos encendidos en la noche oscura, en esas calles inmensas desiertas. Tus cabellos rubios eran movidos por el viento, a veces acariciando tu rostro, a veces escondiendo tu sonrisa. Siempre con esa sonrisa tan linda, tan coqueta, tan tierna, que jamás podré olvidar.

¿A qué jugabas en ese sueño, querida niña de mis ilusiones? ¿Jugabas a enamorarme, jugabas a hacerme sufrir un poco¿ ¿Jugabas a esconderte, conmigo, o a costa mía? ¿Jugabas a hacerme sufrir al tenerte por momentos tan cerca, por momentos tan lejos, a veces incluso desapareciendo de mí? ¿Jugabas o era que reías en tu confusión, mientras, de verdad, no sabías qué querías, si me amabas, si tan sólo simpatía en ti despertaba, o qué? ¿Quizás alimentabas tu ego a costa de tu fiel servidor?

Y, al final, veía como entrabas en un departamento. Y yo, al llegar allí, veía que estaba la puerta cerrada, con sus luces apagadas. Y al llamar, una vez, y luego otra, observaba con ansias que nadie abría la puerta. Y llamaba, y te gritaba, y buscaba otra entrada. Mas, sólo el silencio me acompañaba. Tú te habías ido, con tu sonrisa, con tus ojos verdes, con tu pelo dorado, con mis sueños.

Y allí me quedaba yo allí, abandonado, a la nada, en la noche, sin gente a mi alrededor, confundido por tu ausencia, sin saber qué hacer, sin ti, que huiste de mí, sin saber bien nunca por qué.

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