sábado, diciembre 20, 2008

Exijo una explicación

Tal como ella me lo pidió, me dirigí a la cocina. Y una vez allí, mientras los demás continuaban en la fiesta, se me quedó viendo, mientras fumaba un cigarrillo, nerviosa. Echó un vistazo con cuidado al resto de la concurrencia, y después, levantando las cejas, me vio de manera poderosa, y me dijo: "Exijo una explicación".

Callé y la sorpresa se dibujó en mi rostro. Fruncí el ceño, y levemente ofendido, repliqué: "Explicación, ¿de qué?".

Ella me vio nuevamente, y callando por unos segundos, mostró cierto desconcierto. Movió la cabeza de un lado a otro, agitando su cigarrillo. "Deja de fingir que no lo sabes", dijo finalmente.

Callé ahora yo, mientras la veía y mostraba mi desconcierto a mi vez. "¡Puedes ser más clara? No tengo ni la menor idea de lo que quieres saber. Si no me dices qué demonios pasa, no puedo saberlo", dije, un tanto molesto por su falta de claridad.

"Mi hermana" dijo ella, todavía instalada en su seriedad, posando ahora la mirada distraída en el salón principal. "Tu hermana, ¿qué?" dije esta vez yo. "¿Porqué estás con ella?" dijo ella de pronto, como un reclamo. Y entonces, le eché una mirada consternada. "Porque es una chica muy dulce", contesté, y estaba a punto de dejar la cocina, ante la forma tan tonta en que, según yo, iba la conversación.

Al pasar por enfrente de ella, me tomó por el brazo, con todas sus fuerzas, mostrando que estaba verdaderamente molesta. "Estás con ella como forma de venganza, ¿verdad?", preguntó casi en silencio. "Lucrecia, estás loca. No podría estar con alguien sólo por capricho. Y ultimadamente, venganza de qué". "Demonios, Luis, deja de fingir. Venganza por que te dejé" dijo ella, desesperada, aventando su cigarrillo terminado al bote de la basura.

Me dejó de sujetar por el brazo, y se cruzó de brazos, como si esperara mi explicación. Supuse que ella esperaría una justificación, que ella pudiera, a su vez, rezar a su hermana. Luis no te quiere, solamente te tomó porque me odia por dejarle, así que vio en ti una forma de vengarse de mí. Lucrecia, Lucrecia. ¿Te conozco mal o te conozco demasiado bien?

"María es una niña muy linda, ¿sabes?" dije yo por lo bajo. "Y eso es todo lo que me importa", finalicé. Y nuevamente me dispuse a salir de la cocina. Más, ay, nuevamente me detuvo con su brazo delgado, apretándome muy fuertemente la muñeca. "Eso es una mentira" dijo ella, seria, con un aire de molestia. "Si no me crees, allá tú", dije, con un tono de 'qué me importa'. Pero ella no soltaba mi muñeca.

"¿Qué esperas escuchar, Lucrecia?" dije entonces, tras unos minutos en silencio, en los que esperé que ella dijera algo más. "Que me digas porqué demonios tenías que terminar siendo novio de mi hermana" dijo ella, con un tono imperativo. "Ya te lo he dicho: es una niña muy linda, y muy tierna". "Eso mismo dijiste de mí, cabrón" dijo ella entonces, gritando. Afortunadamente el sonido en la sala era demasiado alto, y nadie, sobre todo María, pudo escucharlo.

Guardé silencio, esperando que Lucrecia se calmara. Pero ella tenía el rostro rojo, encendido, con las venas de las sienes a punto de explotarle. Lucrecia en color tomate. La vi a los ojos y ella me mostró en su mirada su gran molestia.

"Querida, no sé qué pasa por tu muy enferma mente. Pero yo ando con quien me place la gana. Tu hermana es una persona con muchas cosas buenas. Y sí, eso te lo dije a ti. Es parte de mis gustos. Me gustan lindas y tiernas. ¿Existe algún pecado en ello? espero que no.", le dije, mientras la miraba a los ojos.

En ese instante, no sé qué cosa iba a decir Lucrecia, pero en ese momento María entró en la cocina, e instintivamente me abrazó y me besó. Después, al voltear la mirada a su hermana, y verla iracunda, me vio de nuevo a mí, y separándose de ambos, nos preguntó: ¿qué pasa aquí?.

Lucrecia entonces le dijo que ella y yo habíamos tenido algo que ver. María se me queda viendo entonces, impresionada. Estoy a punto de interceder, pero Lucrecia sigue hablando, fuera de sí. Dice que me porté como un patán cuando ella me dejó, y que le dije que era una puta. Que le dije que era una hipócrita, y una infeliz. ¿Es cierto eso, Luis? Sí, María eso dije. Y Lucrecia sigue hablando: este imbécil solamente quiere jugar contigo, hermanita. El imbécil no me puede olvidar, y tiene que buscarse a mi hermana menor para tomarse venganza. María me ve, con sus enormes ojos, expresivos, a punto de llorar.

"¿Es eso cierto, Luis?", pregunta, mientras se le va la voz. Lucrecia, en cambio, ya parece más tranquila, pues la ira ha abandona su pecho. Saca un cigarrillo, y se pone a fumarlo, tranquila, expectante. Yo soy ahora quien la veo con odio. Maldita perra, eres todo lo que te dije, aunque ahora no puedo confirmarlo. ¿Qué puedo decir en mi defensa? Y sobre todo: ¿me creerá María más a que su hermana? Si exploto, aunque diga la verdad, Lucrecia será siempre su hermana. Y a mi me puede tomar como lo que más parece que soy, aunque sea falso...

(Continuará...)

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